Ahora
MARCELO SÁNCHEZ SORONDO (1912-2012)
Está dicho y está requetesabido que este régimen –prensa, partidos y finanza extranjeros– sirven para que el país se sienta cada vez más inferior, más incapaz, más entregado, cada vez más y más ajeno a su destino. Pero no hablemos hoy de la incuria innata al régimen. No hablemos hoy demasiado a grandes rasgos. Ya no podemos hablar solamente en líneas generales. No podemos desentendernos de la decisiva importancia que asume la actualidad inmediata. No podemos insistir, como si nada urgiera, en la consideración teórica de las ponzoñas del régimen para demostrar lo que no interesa ya más que demostremos. No es cuestión de referirse a la actualidad inmediata por el prurito de probar la torpeza inherente al régimen. No, nosotros le asignamos a los hechos un valor no referido a ninguna apologética, a ningún proselitismo. Quien tome la actualidad como una anécdota buena para extraerle edificantes moralejas y no advierta su contenido, es decir, su influencia irreversible sobre la propia patria, sobre la propia vida de cada cual incluso, es, en el mejor de los casos, un desarraigado. Si mientras se pierde el país, si mientras se comprometen todas las cosas por las que bregamos, si mientras se imposibilita la más noble vocación de nuestras vidas, nosotros siguiéramos impávidos graduando nuestras razones, entonces mostraríamos una anticuada condición de intelectuales. Creemos que esta es hora de convencidos, y no tanto de convencimientos. En todo caso es hora para convencerse de una vez.
Nuestro
destino, nuestro destino de generación, está ligado para siempre a esta precisa
actualidad. Nuestra generación de responsables no ha nacido para sacarse de
encima ningún peso. No hemos nacido para escurrirnos hacia un ensimismado mundo
ideal cuando la realidad cotidiana golpea sobre nuestra conciencia. No hay
razón de legista bastante para congelar nuestras pasiones. No hay cordura
interior, no hay reposo intelectual que nos abra los dorados refugios
solitarios. Nuestra generación tiene en el amor a la patria que probar su
arraigo. Confesamos que día a día nos cuesta más, esto de plantear en el papel
unos temas, unos temas de acción cuya práctica se vuelve cada vez más utópica.
Ver cómo parece que una triste realidad se lleva nuestros afanes, nos mete un
alerta agudo en la conciencia. No es posible que nuestra generación y el
movimiento al que se han legado, no se expresen con eficacia. No es posible que
el nacionalismo no cuente en la política. En nuestra amargura, en medio del mar
de circunstancias que nos resienten o nos fanatizan a muerte, miramos en hondo,
hacia dentro de nosotros mismos y sentimos el vértigo frío de los
presentimientos.
Diciembre de 1941.
* En
«La Revolución que anunciamos», Ediciones Nueva Política, Buenos Aires, 1945 –con
prólogo del autor y epílogo de Leonardo Castellani, S.J.–, págs.162-164.
blogdeciamosayer@gmail.com
blogdeciamosayer@gmail.com