De lo que sucedió a don Quijote en el castillo o casa del Caballero del Verde Gabán con otras cosas extravagantes (fragmento)
MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA (1547-1616)
[...]
-La de la
caballería –respondió don Quijote–, que es tan buena como la de la poesía, y
aún dos deditos más.
-No sé qué
ciencia sea ésa –replicó don Lorenzo–, y hasta ahora no ha llegado a mi noticia.
-Es una ciencia
–replicó don Quijote– que encierra en sí todas o las más ciencias del mundo, a
causa que el que la profesa ha de ser jurisperito, y saber las leyes de la
justicia distributiva y comutativa, para dar a cada uno lo que es suyo y lo que
le conviene; ha de ser teólogo, para saber dar razón de la cristiana ley que
profesa, clara y distintamente, adonde quiera que le fuere pedido; ha de ser
médico, y principalmente herbolario[1],
para conocer en mitad de los despoblados y desiertos las yerbas que tienen virtud
de sanar las heridas, que no ha de andar el caballero andante a cada triquete[2]
buscando quien se las cure; ha de ser astrólogo, para conocer por las estrellas
cuántas horas son pasadas de la noche, y en qué parte y en qué clima del mundo
se halla; ha de saber las matemáticas, porque a cada paso se le ofrecerá tener
necesidad dellas; y dejando aparte que ha de estar adornado de todas las
virtudes teologales y cardinales, decendiendo a otras menudencias, digo que ha
de saber nadar como dicen que nadaba el peje Nicolás o Nicolao[3];
ha de saber herrar un caballo y aderezar la silla y el freno; y volviendo a lo
de arriba, ha de guardar la fe a Dios y a su dama, ha de ser casto en los
pensamientos, honesto en las palabras, liberal en las obras, valiente en los
hechos, sufrido en los trabajos, caritativo con lo menesterosos y, finalmente,
mantenedor de la verdad aunque le cueste la vida el defenderla. De todas estas
grandes y mínimas partes se compone un buen caballero andante, porque vea vuesa
merced, señor don Lorenzo, si es ciencia mocosa[4]
lo que aprende el caballero que la estudia y la profesa, y si se puede igualar
a las más estiradas que en los ginasios y escuelas se enseñan.
-Si eso es así –replicó
don Lorenzo–, yo digo que se aventaja esa ciencia a todas.
-¿Cómo si es
así? –respondió don Quijote.
-Lo que yo
quiero decir –dijo don Lorenzo– es que dudo que haya habido, ni que los hay
ahora, caballeros andantes y adornados de virtudes tantas.
-Muchas veces
he dicho lo que vuelvo a decir ahora –respondió don Quijote–: que la mayor
parte de la gente del mundo está de parecer de que no ha habido en él
caballeros andantes; y por parecerme a mí que si el cielo milagrosamente no les
da a entender la verdad de que los hubo y de que los hay, cualquier trabajo que
se tome ha de ser en vano como muchas veces me lo ha mostrado la experiencia. No
quiero detenerme ahora en sacar a vuesa merced del error que con los muchos
tiene; lo que pienso hacer es el rogar al cielo le saque dél, y le dé a entender
cuán provechosos y cuán necesarios fueron al mundo los caballeros andantes en
los pasados siglos, y cuán útiles fueran en el presente si se usaran; pero triunfan
ahora, por pecados de las gentes, la pereza, la ociosidad, la gula y el regalo.
[...]
[...]
* En “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”, Parte II, Cap. XVIII.
blogdeciamosayer@gmail.com
[1]
El que conoce y vende plantas medicinales.
[2]
a cada triquete, a cada momento, a
cada trique.
[3]
peje Nicolao: Personaje legendario del
cual se decía que vivía en Catania y que pasaba continuamente a nado a Sicilia
y al continente. Fue muy popular en el Siglo de Oro.