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Mostrando las entradas de enero, 2020

«La Gran Cartuja» (fragmento) - León Bloy (1846-1917)

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[...]       Fundada en 1084, la de San Bruno –roble glorioso que cubre el mundo cristiano con su vigorosa frondosidad– es la única entre todas las familias religiosas que ha merecido este testimonio del Papado: «Cartusia nunquam reformata, quia nunquam deformata» ; la orden de los Cartujos, nunca deformada, no ha necesitado jamás ser reformada. En un siglo arrojado como el nuestro a las lampreas o a las morenas de la total anarquía que amenaza convertir al mundo en festín, es por lo menos interesante contemplar ese monumento del pasado cristiano de Europa, único que ha quedado en pie e intacto, sin sacudidas ni máculas, en medio del torrente de los siglos. «¿De dónde proviene eso? –dice un autor cartujo de nuestro tiempo–. De la sabiduría que por rigurosa consecuencia acompaña a las resoluciones del Definitorio, puesto que sus Ordenanzas no obligan sino después de haber sido experimentadas y deben tener la aprobación de aquellos que no las han dictado [...]» Por lo demás, ba

«Nuestra historia nacional» - Juan Vázquez de Mella (1861-1928)

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La historia de España se confunde durante más de un siglo con la historia universal. Nosotros teníamos un imperio al lado del cual eran provincias el de Ciro y el de Alejandro, porque fue veintitrés veces más grande que el de Roma; nuestros personajes formaban como una selva en el siglo XVI. Nosotros fuimos grandes, con una grandeza tal, que quisiera recordar las palabras de un gran español lusitano, Oliveira Martins, que, a pesar de ser positivista y ateo, cuando escribió uno de sus libros cantaba las glorias de España con un acento tal que ciertamente eclipsa aquel otro lenguaje, impropio al hablar de una madre, que suelen usar nuestros historiadores de los partidos democráticos; él, positivista entonces, aunque su sinceridad y buena fe le llevaron a morir abrazado a la cruz; él, positivista y ateo, decía: «No se puede afirmar en España que la monarquía y el catolicismo fueran contra natura; habría que averiguar de dónde sacaron ellos su fuerza, y habría que quemar todos los docum

«Mi visita al centinela dormido» (fragmento) - Antoine de Saint-Exupéry (1900-1944)

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     Bien está que sea castigado con pena de muerte. Ya que reposa en su vigilancia tanto sueño de lenta respiración, cuando la vida te alimenta y se perpetúa a través de ti, como en lo profundo de una ensenada ignorada, la palpitación de los mares. Y los templos cerrados con sus riquezas sacerdotales lentamente cosechadas como una miel, tanto sudor y cinceladuras, y piedras acarreadas, y ojos gastados en el juego de las agujas sobre las telas de oro, para hacerlas florecer, y tantos delicados arreglos bajo la invención de las manos piadosas. Y los graneros con provisiones para que el invierno sea fácil de soportar. Y los libros sagrados en los graneros de la sabiduría donde reposa la provisión del hombre. Y los enfermos cuya muerte hago más llevadera, tornándola apacible en medio de la costumbre de los suyos, y casi inadvertida su delegar la herencia. Centinela, centinela, eres el sentido de las murallas que son como una vaina para el cuerpo frágil del poblado, que le impide derram

«La gran seduccción» (fragmento) - P. Julio Meinvielle (1905-1973)

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[...] La civilización moderna y los católicos     Este radical cambio [1] operado en la escala social de los valores civilizadores, va a plantar un problema práctico a los católicos, terrible y decisivo. Porque, una de dos, o se mantienen en la verdad católica íntegra , valedera aún como norma de conducta privada y pública y entonces se exponen a ser tachados de reaccionarios, retrógrados, antiprogresistas o antimodernos; o, en cambio, reservando la verdad católica integral a un plano puramente teórico, aceptan como norma práctica de vida, una conciliación de los principios católicos con los modernos, una mixtura, una transacción, una regla de conducta, derivada de una teología alterada o disminuida.     Esto segundo hicieron los clérigos constitucionalistas los días mismos de la Revolución; esto hicieron, con gran despliegue de pensamiento los redactores de l’Avenir , y, sobre todo Lamennais; esto hicieron, en todos los países católicos, los llamados «católicos liberales»;

«El tiempo santificado» - Romano Guardini (1885-1968)

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Ante el inicio de un nuevo año  – que «Decíamos Ayer» desea feliz y santo para todos sus lectores –  resulta oportuna la meditación de este luminoso pensamiento sobre la utilización del tiempo y su santificación.    Cada hora del día tiene su tono propio, pero tres de ellas nos contemplan con rostro particularmente claro: la mañana, el anochecer y, entre ambas, el mediodía.   La mañana     Antes que todas las demás horas, resplandece el rostro de la mañana, fuerte y radiantemente. La mañana es comienzo. El misterio del nacimiento se renueva cada mañana. Salimos del sueño, en el cual nuestra vida se ha rejuvenecido y sentimos: ¡yo vivo! Yo soy.    Esta existencia nuevamente vivida se torna oración, se dirige hacia Aquél de quien ella procede. «Dios, Tú me has creado; te doy gracias porque puedo ser, porque puedo vivir. Te doy gracias por todo lo que tengo y soy». La vida nuevamente sentida experimenta su fuerza y urge a la acción. Entonces se vuelve al día que llega y a s