Entradas

«Reflexiones de la Política» - P. Julio Meinvielle (1905-1973)

«…La enfermedad política se ha producido porque antes se produjo la enfermedad espiritual. No puede haber salud política hasta que el empuje espiritual no la restituya…». Para que la actividad política sea buena, es necesario que esté dirigida por la inteligencia. Y la inteligencia en ésta, como en toda labor de actividad concreta, debe penetrar en la esencia de las cosas (qué debe ser la cosa) y ha de tener presente las posibilidades de su realización y qué condiciones hic et nunc limitan la posibilidad de esa esencia. ¿Qué debe ser la política? En otro lugar ( Concepción Católica de la Política , Ediciones de los Cursos de Cultura Católica, 1932) ha sido determinado. Baste decir que es la función de ordenar todas las actividades comunes de los hombres para que resulte una convivencia virtuosa. Aunque la definición es precisa, la subversión de lenguaje que sufrimos obliga a advertir que ella debe ser interpretada en función de la metafísica tomista de la Summa Theologica . La c

«Arenga» - José María Pemán (1897-1981)

Imagen
Ante un nuevo aniversario del «Alzamiento Nacional», origen de la gloriosa Cruzada Española, vayan estas esclarecedoras líneas, y sirvan también para refrescar la «memoria histórica». Afortunadamente se va ya imprimiendo con fuerza en todas las mentes y en los corazones todos, la idea austera y paciente de que estamos en una guerra. Y digo que es afortunado que esta idea vaya apoderándose de mentes y corazones, para que sustituya la idea demasiado fácil y cómoda de que esto que vivimos es un «golpe militar». Ese golpe que reclamaba a cada instante la pereza de los que siempre preguntan qué hacen los demás, sin preguntarse qué tienen que hacer ellos; ese golpe de tradición castiza como la lotería o el premio gordo, por el que muchos esperaban que, sin esfuerzo ni trabajo de su parte, les habían de servir una buena mañana la salvación de España, trayéndosela en bandeja a la cama, como los periódicos, al lado del desayuno. No; era demasiada la podredumbre de la vida oficial española

«El Soldado. Meditación ante la urna del Soldado Desconocido de la Independencia» - Francisco Luis Bernárdez (1900-1978)

Imagen
En un nuevo aniversario de la declaración de nuestra independencia… Desconocido pero eterno, su ser descansa en nuestro amor agradecido. Y en el fervor de nuestras almas su corazón está callado pero vivo. Aunque las sombras lo rodean, su luz conforta nuestra fe con su martirio. Y aunque el silencio lo aprisiona su voz agranda nuestro amor con su heroísmo. Nada sabemos de su rostro, nada sabemos de su nombre y su apellido. Nada sabemos de sus pasos, nada sabemos de sus gestos y sus gritos. Pero sabemos con certeza que su valor fundó la patria en que nacimos. Que por el nombre de la patria perdió su nombre silencioso y escondido. Que ya desnudo de su nombre, se confundió con sus hermanos argentinos. Y que, por todos sus hermanos, entró con gloria y con honor en el olvido. Dormido estaba en lo más hondo de nuestro pueblo, como el germen en el surco. Pero en su noche presentía la luz del día jubiloso de su triunfo. Vivía oculto en el silencio, sin otro mundo que su

«Karolus» - Harold Lamb (1892-1962)

Imagen
He aquí el pequeño prólogo de una espléndida biografía del Emperador Carlomagno. Con su publicación, «Decíamos ayer…» ofrece a sus lectores el libro completo, que podrá descargarse en PDF al pie de la página. Su nombre era Carlos. Tras su muerte, durante generaciones, la gente lo recordó como un gran hombre, y con este apelativo, Carlomagno , o Carlos el Grande, pasó a la historia. Este nombre, además de inusual, viene a subrayar un hecho muy destacable. Carlomagno, a diferencia de la mayoría de reyes, parece haber pertenecido no a una, sino a todas las naciones de la Europa occidental y cristiana. Y ello se debe a que, hacia el final de su vida, consiguió unificar a esos pueblos en una única comunidad cristiana y, con ello, les proporcionó una esperanza. En su época y en aquella región del mundo, la civilización estaba agonizando. Junto a las últimas legiones romanas, la ciencia, la ley y el orden –los pilares que nos sostienen en la actualidad– retrocedían ante el empuje de nues

«Liberalismo» - Leonardo Castellani (1899-1981)

Imagen
«…la obsesión de la libertad es la prueba de la máxima debilidad, que es la debilidad de la mente… Bien. Esa obsesión de la libertad propia de un loco vino a servir maravillosamente a las fuerzas económicas…, y al poder del Dinero y de la Usura...». Dice Juan Jacobo Rousseau que cuando el niño nace, grita:  «No quiero que me fajen» . Pronuncia  fajen  con un ligero acento lunfardo; pero no expresa que no quiere que le peguen, lo cual sería muy natural, sino que no quiere que lo envuelvan. Pero lo envuelven lo mismo.  «Los hombres nacen y permanecen libres e iguales» , dice Rousseau. Nacen sí, pero no permanecen; ¡pobres de ellos si permanecieran! En seguida la madre, con un perverso instinto antiliberal, empieza a establecer entre ella y el  rorró  toda clase de vínculos; y nótese bien que la palabra  vínculos  en latín significa  cadenas. El hombre es un esencial buscador de cadenas; y no digamos nada de las mujeres. Justamente por eso les gusta tanto oír el ruido de rotas cadena

«No libertad sino libertades» - Eugenio Montes (1900-1982)

Imagen
«...Esa cosa vaga, enorme, que es La Libertad, con mayúscula, resulta en la vida civil un sueño. Sueño de la razón que produce monstruos...». Desde la Revolución francesa, gran matanza romántica entre citas clásicas, hasta que mi generación advino a la vida civil, el mundo occidental vivió con la pasión obsesionante de la palabra libertad , que a su vez dejó casi moribunda a Europa. Pues la libertad, así, en singular y en abstracto, es, en su origen y quizá en su fin, una cosa más bien americana que europea, criatura de la selva virgen más que de la ciudad, flor de manigua, selva o pradera intacta y no de ajardinada civilización. Yo confieso que no sé oír el suspiro por la Libertad, en mayúscula, sin pensar en Pablo y Virginia [1] , entre lianas, frutas lascivas, florestas tropicales, y en la tierra donde el Mississippi llora lágrimas amargas por la pobre Manon Lescaut o en el desnudo «bon sauvage et bon républicain» de Juan Jacobo. El vocablo huele a Constitución de Virginia, a planta

«Después de la Batalla de Puerto Argentino» - Alberto Caturelli (1927-2016)

Imagen
Este 14 de junio se cumplirán 42 años de la Batalla de Puerto Argentino, con la cual finalizó la guerra justa que habíamos emprendido contra el invasor inglés. Vayan pues estas líneas, escritas en aquellos tiempos, en recuerdo y homenaje de nuestros combatientes que heroicamente supieron defender y ofrendarse por nuestra Patria.   A pesar de las victorias parciales y del gran triunfo aeronaval argentino, la victoria final no nos fue dada. La tragedia de Puerto Argentino se ha abatido sobre toda la nación. Dios, en su insondable sabiduría, sabe por qué. Hasta el último argentino está convencido, con o sin guerra, que este proceso que comenzó en 1833 no sólo no ha terminado sino que ha recomenzado y que debe seguir rogando por la victoria. Sin embargo, más allá de las pasiones y pequeñeces de los hombres, de las contradicciones en las que caen cuando el dolor domina, es menester preguntarnos por el significado que tiene, en sí mismo, este acontecimiento. ¿Qué debemos pensar? ¿Qué debem