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Mostrando las entradas de septiembre, 2022

«La Verdad» - Charles Maurras (1868-1952)

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Sí, señor; sí, señora; es porque «el discurso es duro» que su eficacia será dulce; es porque el libro deja un “«sabor amargo en la lengua» que, más adelante, será tónico y curativo. Los jalones colocados en las rutas no ponen sus indicadores en estilo dulce y florido: emplean el estilo de su utilidad. Precisos, directos, insistentes y autoritarios, no dicen: si yo no me engaño, no dudan de sí, no se excusan por lanzar con rudeza a la vista de los transeúntes las flechas de la dirección y las cifras de la distancia. Mas ¿se queja el viajero? Por poco que tenga el corazón dispuesto a filosofar, agradece al autor provechosas brutalidades por las cuales ni siquiera se siente tiranizado. A él le toca aminorar o apresurar la velocidad, seguir o cambiar de orientación. La piedra miliar sólo dice en términos claros lo que es, y aquello que hay que tener en cuenta. Cuanto más el dato preciso limite el pensamiento, en razón misma de aquel estrecho mojón, las fantasías del corazón, los votos

«Sermón por el Santo P. Pío» - Mons. Adolfo S. Tortolo (1911-1986)

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En una nueva conmemoración de ese gran santo que fue el P. Pío de Pietrelcina, vaya este admirable sermón predicado el 11 de octubre de 1968, en la Misa celebrada en la iglesia de Ntra. Señora de la Merced, de Buenos Aires. Adjuntamos también el audio que el lector podrá descargar AQUÍ para escuchar la prédica en cuestión. En el Nombre del Padre del Hijo del Espíritu Santo, amén Cuando el Evangelista San Juan, quiere introducirnos a nosotros en el misterio de la muerte de Jesucristo, dice estas palabras verdaderamente sublimes: Habiendo llegado la hora de salir de este mundo para llegar al Padre ; de esta manera el Evangelista se introduce en el misterio de la muerte de Jesucristo. Durante su vida pública, cuántas veces Jesús había hablado de su muerte, y la llamaba con esta frase, Mi hora;  era por antonomasia la hora sublime, la hora ansiada por Dios. Estamos nosotros aquí junto al altar de Dios, recordando también una muerte que nos es entrañablemente querida, y entonces, q

«Misioneros y misioneras “de deseo”» - P. Segundo Llorente S.J. (1906-1989)

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Una monja de Vizcaya me pregunta por carta si comparto su opinión de que para ser una misionera no es menester cruzar los mares e internarse en el frente misional para romper allí lanzas por Cristo. Si mi respuesta fuese afirmativa, me ruega que la dé larga y en forma de artículo para convencer a las que piensan lo contrario. Mi respuesta es efectivamente afirmativa. Para ser una misionera, no tiene que venir a lo que llamamos frente misional donde la mayoría no conoce a Jesucristo. ¿Cómo predicarán si no son enviados? Con el auge que afortunadamente va tomando cada día la idea misional, h ay un sin fin de almas buenas en la cristiandad que desean ardientemente ser misioneras, pero que no pueden venir, y se afligen lamentando lo que llaman su mala estrella que les impide la realización de sus ardorosos deseos. En el capítulo 10 de la epístola a los romanos leen esas almas los siguientes versículos: «Todo el que invoque el nombre del Señor, se salvará. Pero ¿cómo van a invocar a Aqu

«La muerte de la Reina Isabel» (fragmento) - William Thomas Walsh (1891-1949)

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[...] C uando el tiempo lo permitió, fue llevada a Medina del Campo, donde flotaban tantos alegres recuerdos de su niñez, y allí se preparó para morir. Las gentes decían que alguna desgracia iba a caer sobre Castilla. El Jueves Santo fueron llevados a palacio doce pordioseros de la calle, y el rey Fernando, siguiendo el ejemplo de nuestro Señor, se arrodilló humildemente delante de aquellos harapientos despojos de la humanidad y lavó sus pies, como tenían por costumbre hacerlo los reyes de España. Al día siguiente, Viernes Santo, el rey y la reina ayunaron y rezaron con su acostumbrado rigor; y ese día ocurrió un acontecimiento que sobrecogió de terror a todos los corazones. Un violento temblor de tierra acompañado por un fuerte y peculiar ruido en el aire, se hizo sentir en Andalucía y parte de Castilla. Ese verano, el rey y la reina padecieron las fiebres que infestaban la región. Fernando sanó; pero Isabel, más preocupada por él que por ella misma, manifestó síntomas de hidropes

«Sobre Cataluña» - José Antonio Primo de Rivera (1903-1936)

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(Discurso pronunciado en el Parlamento  el 4 de enero de 1934). El señor PRIMO DE RIVERA: Este diputado, que no pertenece a ninguna minoría, se cree, por lo mismo, con voz más libre para recabar para sí, y se atrevería a pensar que para todos, esta fiducia: la de cuando nosotros empleamos el nombre de España, y conste que yo no me he unido a ningún grito, hay algo dentro de nosotros que se mueve muy por encima del deseo de agraviar a un régimen y muy por encima del deseo de agraviar a una tierra tan noble, tan grande, tan ilustre y tan querida como la tierra de Cataluña. Yo quisiera que el señor presidente y quisiera que la Cámara separase, si es que admite que alguien faltó a eso, a los que, cuando pasamos por esa coyuntura, pensamos como siempre, sin reservas mentales, en España y nada más que en España; porque España es más que una forma constitucional; porque España es más que una circunstancia histórica; porque España no puede ser nunca nada que se oponga al conjunto de sus tier