«Prólogo» - P. Julio Meinvielle (1905-1973)

Publicado hace más de cincuenta años, resulta, sin embargo, una advertencia de asombrosa y conmovedora actualidad. Este escrito del P. Meinvielle, junto con el libro al que prologa, nos muestra cómo se ha ido fraguando la conspiración masónica, dentro y contra de la Iglesia, y que, lamentablemente, parece estar hoy en un momento prominente. Nos hemos permitido además, destacar en negrita los puntos que estimamos más considerables.

       Hace apenas unos años, Cruz y Fierro publicó de Pierre Virion «El Gobierno Mundial y la Contra-Iglesia». Allí aprendimos a conocer los planes novísimos que la Alta Masonería estaba ejecutando en el mundo occidental para llegar al gobierno mundial, tanto en el plano económico-político como en el religioso. Un punto oscuro quedaba en la obra de Virion: ¿Cómo romper la osatura de la Iglesia Católica romana para hacerla entrar en esta iglesia Universal de la Masonería junto con los otros cultos de los que creen y no creen en Jesucristo, y de los que creen y no creen en Dios? Este nuevo libro de Pierre Virion viene precisamente a ilustrar este punto y a revelarnos en qué consiste el
misterium iniquitatis de que habla el Apóstol (II Tes. 2, 7). El misterio de iniquidad consiste precisamente en que el «Aparato publicitado de la Iglesia» que debía servir para llevar las almas a Jesucristo, sirva en cambio para perderlas y esclavizarlas al demonio. Aquí está el «misterio de perversidad»: Que la sal se corrompa y deje de salar (Mt. 5, 13). Fíjese bien el lector que no decimos que la iglesia deje de llevar las almas a Jesucristo. La iglesia es indefectible y durará como tal hasta el fin. Pero la iglesia de Jesucristo puede no identificarse con el «Aparato publicitado de la iglesia». La Iglesia de Jesucristo puede mantenerse en las almas fieles a la doctrina que se conservaría en algunos sacerdotes y obispos adheridos a la Cátedra del Pontífice de Roma, mientras que el Aparato mismo de lo que el mundo conoce como Iglesia puede seguir otra doctrina y otra pastoral elaborada por la soberbia de los grandes y publicitados teólogos de la nueva teología.

El nuevo libro de Virion, que en esta edición lleva el título de La Masonería dentro de la Iglesia, explica el mecanismo mediante el cual se ha operado este cambio de la Iglesia de Cristo en la Iglesia del Anticristo. Las Altas Logias de la Masonería han elaborado el plan al fin del siglo pasado: La ORDEN CABALÍSTICA DE LA ROSACRUZ, fundada en 1888 por Stanislas de Guaita; la ORDEN MARTINISTA, fundada en 1890 por Papus, de la que formaba parte la Sinarquía de Saint-Yves d’Alveydre; y el SIMBOLISMO de Oswald Wirth, que debía tener tan destacada actuación en las relaciones actuales de la Masonería con la Iglesia a través del conocido jesuita P. Riquet.

El plan «tan insensato y tan criminal» (León XIII)[1] de esta transformación de la Iglesia había de ser expuesto, casi al detalle, por un célebre apóstata, el Canónigo Roca (1830-1893), quien estaba interiorizado con los planes de las Altas Logias. Pierre Virion expone cumplidamente los detalles de este plan trayendo citas oportunas de las obras de Roca.

Pasa luego Virion a mostrar la ejecución del plan elaborado a fines del siglo pasado. La historia de la ejecución del plan coincide punto por punto con las relaciones de algunos altos eclesiásticos con altos dignatarios de la Masonería, y destaca particularmente las conversaciones de Aix-la-Chapelle entre el P. Gruber y Mukermann, de la Compañía de Jesús, y altas dignidades masónicas, en 1926; entre el P. Berteloot y el masón Albert Lantoine, en 1938; entre el P. Riquet y los masones Lepage y Alec Mellor, en 1960. Estas relaciones habituales de masones y jesuitas en el nivel superior de la alta publicidad ha de determinar otro tipo de relaciones en todos los planos (intelectuales, publicitarios, pastorales y de toda clase de acción) entre masones, comunistas e izquierdistas y dirigentes católicos, en una colaboración estrecha y habitual para forjar y construir el mundo de los hombres. Es claro que esta colaboración del cristianismo con el anticristianismo de la masonería debe traer como consecuencia una transformación necesaria de la doctrina y de la vida cristiana. Esta transformación es propiamente el Progresismo.

El Progresismo se centra en el error de identificar Iglesia y Mundo. Al hombre se le daría una nueva dimensión, la del mundo. Con ello se suprime la necesidad de un Dios salvador. Cristo no ha venido a salvar al mundo. La iglesia no es necesaria para salvar al hombre. La salvación del hombre viene de la inmanencia del hombre mismo. El hombre es Dios en lo más profundo de su ser. Por lo tanto no existe una Iglesia, ni un Cristo, ni un Dios trascendente al hombre. Se puede y se debe hablar un lenguaje teísta acomodado al vulgo. Pero en realidad no es el mismo sino expresión esotérica de la total inmanencia de lo divino en el hombre y en el mundo. Esta es la única realidad esotérica que unifica todas las religiones de la humanidad. Por eso, el culto del hombre y el de la humanidad, el culto de las logias masónicas, se ha de imponer como único culto de la verdadera humanidad.

De esta suerte, mediante la nueva religión del Progresismo, el culto católico se cambia por el culto masónico de la fraternidad universal. La transformación ha comenzado ya en el alto nivel de la teología nueva de los grandes teólogos publicitados. No hay dogma que quede en pie. Ni el del pecado ni el de la gracia, ni el de Cristo ni el de Dios. Todo es subvertido en nombre de la ciencia y de los principios masónicos. La nueva teología del Progresismo, elaborada por teólogos de prestigio, invade seminarios, universidades y casas de formación y configura la mentalidad de las nuevas generaciones eclesiásticas. Unos años más, y de no intervenir directamente la mano de Dios, el «Aparato publicitado de la Iglesia Católica» profesará una religión completamente distinta de la que nos enseñó Jesucristo y que nos han transmitido los Padres, Doctores y Santos de la Iglesia doblemente milenaria. De aquí este furor satánico que se ha desatado contra la Iglesia pre-conciliar.

El libro de Pierre Virion constituye el testimonio más elocuente e ilustrativo de todo cuanto se ha publicado para aclarar el fenómeno del Progresismo cristiano. Sin embargo, este fenómeno queda explicado tan sólo al nivel de la gentilidad. La Masonería es un fenómeno pagano. Faltaría una explicación en un nivel más alto y fundamental, en el nivel del judaísmo propiamente tal. Porque es aquí donde se ha tramado la ruina de la iglesia. La vieja y secular enemiga de la iglesia –la Sinagoga– ha querido destruir para siempre a la Iglesia. Esta es la lucha eterna de Caín contra Abel, de Esaú contra Jacob. Y para ello los judíos se disfrazan de cristianos. Nada más aleccionador a este respecto que el libro del judío ingles Cecil Roth, «History of jews marranos», donde se nos cuenta cómo los judíos, sin dejar de ser judíos, lograron escalar altas posiciones en la Iglesia, de cardenales, obispos, dignatarios eclesiásticos y afamados religiosos, aún en plena inquisición. Tiene uno derecho a preguntarse: Si los judíos, en un momento de la Iglesia en que se desconfiaba de ellos y se los vigilaba y controlaba, lograron burlar el control eclesiástico, ¿qué ha de suceder ahora, cuando, lejos de perseguírselos, se los estimula y adula? No es nada de extrañar que los judíos, junto con los masones y los comunistas hayan logrado encaramarse en posiciones claves de la Iglesia y que desde allí gobiernen a la Iglesia misma. Esta es la gran realidad. La Iglesia estaría hoy gobernada en gran parte por judíos, masones y comunistas. Gobernada contra los intereses de la Iglesia misma. Aquí está el Misterium iniquitatis.

Pero la Iglesia y el mundo están en definitiva gobernados por Dios. La Providencia permite el mal en vista de un mayor bien y, sobre todo, del bien de los elegidos. La Historia tiene su razón de ser a causa de Jesucristo y de su Cuerpo Místico. Por esto, el momento presente de la Iglesia y del mundo hay que mirarlos con ojos sobrenaturales. Lo esencial es nuestra adhesión inquebrantable a Jesucristo. A Jesucristo el de siempre. Que no es ni pre-conciliar ni post-conciliar. Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos (Hebr. 13, 8).

El libro de Virion se cierra con una magnífica profesión de fe y de confianza en María, Reina del Universo, en Aquella en la que el Verbo se ha hecho carne, y no la carne se ha hecho espíritu de revuelta. María, en oposición a las gnosis orgullosas y perversas, nos introduce en el conocimiento de la Fe y en el gozo de la Esperanza. La Virgen salvará a la Iglesia. 

* En «La Masonería dentro de la Iglesia – Misterium iniquitatis», de Pierre Virion,  Ed. Cruz y fierro - Argentina, 1968; pp.9-13.

[1] Cf. Encíclica «Humanum genus», sobre La Masonería. La traducción en la edición de la BAC dice: «En este insensato y abominable propósito parece revivir el implacable odio y sed de venganza en que Satanás arde contra Jesucristo». «Doctrina Pontificia II», BAC, 1958, Pág.174. (N. de «Decíamos ayer...»).

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