Tiempo de Adviento
SANTIAGO DE ESTRADA (1908-1985)

Ni la angustia del pecado, ni el dolor de la naturaleza caída, sombras ambas que pesan sobre la humanidad entera, podrían eclipsar la suave luz de la Esperanza; de esa Esperanza que la Misericordia depositó en el corazón del hombre el día mismo de la prevaricación. Por eso la Santa Iglesia inicia el ciclo de la divina alabanza con el recuerdo de la Promesa y deja para después el llanto amargo de la Culpa.
El tiempo sagrado de Adviento es tiempo de Penitencia... Pero la Penitencia del Adviento es sólo un purificarse en vísperas de la Encarnación: un abrir surcos y roturar tierras para que la Tierra germine al Salvador. Penitencia que invita a usar de este Siglo con sobriedad, con justicia y con piedad, en la Esperanza del advenimiento del Dios grande, de Jesucristo Nuestro Salvador.
Adviento es tiempo de orar. La Redención no procede del esfuerzo humano ni es obsequio debido a mentidos méritos; no es obra de los hijos del Pecado, ni fruto que se alcance a fuerza de trabajos. Como el rocío del Cielo y de más allá de las nubes, desciende el Justo ante cuyo poder toda rodilla se dobla.
¡Alégrate, Jerusalén, porque el Señor no quiere acordarse de nuestra iniquidad! La Ciudad Santa está desierta, desolada y hecha escarnio de sus enemigos... ¡Hemos pecado! Pero no son nuestras obras lo que ha de moverle a piedad sino la magnitud de su Misericordia. He aquí que llega el Día y el Señor se apiadará de su Pueblo: el Cordero dominador de la Tierra romperá el yugo de nuestro cautiverio.
Tiempo de Promesa, tiempo de la expectación del Reino, el Adviento nos trae auténtico mensaje de Paz y de Amor. Porque la certeza del triunfo final y definitivo nos hace olvidar la saña impía de los enemigos de la Esposa, y el esplendor de la Gloria anunciada llena de compasión nuestros corazones triturados por el Dolor y la Muerte.
Tiempo de cobijarse en el regazo maternal de María, y de esperar con Ella el santo Advenimiento. Porque es a Ella a quien llaman Bienaventurada todas las generaciones, y mediante Ella toda la tierra es colmada por la Gloria del Señor.
 Consolaos, pues, consolaos, hermanos, porque pronto vendrá nuestra Salud. Vendrá el Señor, y todos los Santos con Él. Si demorare, esperadlo pues vendrá y no tardará. ¿Por qué dejaros consumir, entonces, por angustias y quebrantos? ¿No sabéis acaso que ya viene nuestro Dios y Redentor y que Él ha de juzgar a los vivos y a los muertos?

* En Revista «Nuestro Tiempo», Buenos Aires, viernes 15 de diciembre de 1944 – Año 1 – N° 25; y reproducido en «Santos y Misterios», Colección CRIBA, Grupo de Editoriales Católicas, Buenos Aires, 1945 - pp. 16-17

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