El Nacimiento del Hijo de Dios
P. LEONARDO CASTELLANI (1899 -1981)

Con la presente publicación «Decíamos ayer...» desea para sus lectores una muy feliz y santa Navidad.

     El Nacimiento del Señor, la Natividad, que llamamos abreviadamente «Navidad», es la fiesta cristiana más grande después de Pascua de Resurrección, y la más popular de todas; realmente un misterio gozoso; el centro de todos ellos; pues «tanto amó Dios a los hombres –dice el Apóstol San Juan– que les dio su Hijo Unigénito, no para que los juzgue sino para que los salve». «He aquí que os anuncio un gozo para todo el pueblo» –dijo el Ángel a los Pastores–. Jesucristo nació a 8 kilómetros de Jerusalén, en Belén, que significa «casa de pan», como había predicho el profeta Miqueas. San José y la Virgen sabían la profecía de Miqueas; pero no sabían que los iban a obligar a ir de Nazareth a Belén los romanos: un decreto de Augusto el César obligando a sus súbditos a empadronarse cada uno en la ciudad de su familia. El Rey David había nacido en Belén de Judá; y san José y la Virgen eran desa familia; lo cual también estaba profetizado; que el Mesías sería «hijo de David»; como lo llamó el ciego Bartimeo, la mujer sirofenisa, y la muchedumbre que lo aclamó el Domingo de Ramos. Obedeciendo a la autoridad de un hombre, los Santos Esposos hicieron llenarse la palabra de Dios.
Tampoco sabían lo que había de pasar después: la aparición de los Ángeles sobre el portal, la veneración de los Pastores, la adoración de los Magos, la persecución de Herodes, la huida a Egipto. Vivían tranquilamente puestos en manos de la Providencia; y san José, como jefe de la familia, se había vuelto el depositario de los anuncios angélicos. «Y un ángel apareció a José en sueños» –dice tres veces el Evangelio de Mateo; pero no eran sueños comunes, eran visiones de Dios. Dios puede comunicar cosas en sueños, también el demonio; pero eso es raro; la mayoría de los sueños son cosas naturales, que no significan nada importante, o bien no se pueden descifrar. Esa «interpretación de los sueños», con que hoy día pretenden incluso curar las neurosis, es superstición. El mundo pulula hoy día de curanderos llamados «sicoanalistas», intérpretes de sueños, la mayoría de los cuales son charlatanes, y algunos verdaderos bandidos.
Un Ángel reveló a san José el misterio de la Encarnación: eso es cosa que no se puede saber sino por revelación de Dios; no decimos «comprender» decimos puramente «saber». Esa es la explicación de «la duda de san José».
La duda de san José fue una gran oscuridad y aflicción que permitió o quiso Dios en el Santo Patriarca; hasta el mismo Dios por medio de una visión angélica le reveló el misterio de la Encarnación de su Hijo, el Hombrediós. Después viajó a Belén a empadronarse con su esposa encinta. La tradición quiere que la Virgen viajase, esas dos o tres horas de camino, a grupas de una mula, y José llevase un buey del ronzal para pagar el tributo; y recuerda aquí aquel versículo de Isaías que dice: «Recordará la mula a su amo y el buey reconocerá el pesebre de su señor; ¿y tú Israel no conoces a tu Dios?».
El relato del misterio es conocido: «no hallaron lugar en el mesón» porque eran pobres y porque la ciudad de David estaba atestada de viajeros. Se refugiaron en una caravanera o en una gruta; san Lucas sólo dice que María reclinó a su recién nacido «en un pesebre», ella misma, sin ayuda ajena; que un Ángel apareció esa noche a unos pastores anunciándoles había nacido el Mesías «un grande gozo para todos»; que los pastores bajaron con prisa a adorarlo; que se certificaron hablando con los dos esposos de lo que les había dicho el Ángel; que alabaron a Dios y contaron el suceso a otros; y que María conservaba todas estas cosas contemplándolas en su corazón; de quien san Lucas sin duda las supo después, el único que las consigna en su Evangelio.
A los 8 días circuncidaron al Niño; y a los 40 días lo presentó María en el Templo, conforme a la Ley de Moisés.
La llegada de los Magos de oriente tuvo lugar después desos 40 días, aunque nosotros la recordamos el 6 de enero, 12 días después de Navidad; y tuvo lugar en Belén, lo cual muestra que allí permanecieron María y José; y no regresaron a Nazareth sino después de la permanencia en Egipto. No sabemos cuánto tiempo permanecieron en Belén, algunos Santos Padres dicen dos años guiándose por la bárbara orden de Herodes de matar a los menores de dos años; ni sabemos cuánto permanecieron en Egipto; sino que fue bastante tiempo, pues murió Herodes el Grande entretanto y reinaban en Judea sus dos hijos, Arquelao en Judea y Herodes Antipas en Galilea; que eran de tal padre dignos hijos. De modo que temió san José volver a Belén y fue «avisado en sueños» volviese de nuevo a Nazareth.
Allí vivió Cristo hasta los treinta años «y estaba sujeto a ellos».
La explicación del enigmático pasaje de la duda de san José, que nos narra san Mateo en su evangelio es esta:
San José cayó en una gran perplejidad al ver que su prometida o comprometida «estaba con niño» como dicen los ingleses, y ciertamente no podía ser hijo de él; así que dice san Mateo «pensó en abandonarla sin decir nada»; y no denunciarla, porque las mujeres adúlteras en la ley de Moisés tenían pena de muerte. ¿Cómo se puede entender esto? Que san José haya creído que su desposada era adúltera, parece imposible: él conocía muy bien a la Virgen, y eso no le podía ni pasar por la cabeza. Así que algunos Santos Padres, como san Cirilo de Jerusalén, hicieron otra hipótesis: que san José se dio cuenta que María Santísima era la Virgen profetizada por Isaías en el capítulo 7°, la madre del Mesías; y que él se consideró indigno de ser el marido desa gran Santa. Esta explicación concuerda más con la gloria de san José y de la Virgen pero es imposible también porque no cuadra con el texto del Evangelista.
Lo único posible son las dos cosas juntas: san José simplemente NO SABÍA QUÉ PENSAR. Cayó en lo que llaman los Santos «la noche oscura»; que es una prueba terrible que Dios manda a algunas personas, muy pocas, a las cuales quiere darles la «unión mística»; lo que santa Teresa (que la tuvo) llama la Séptima Morada. La unión mística es un milagro tremendo, pues es una especia de anticipación del cielo por un brevísimo tiempo; no hay más que seis o siete santos de los cuales conste cierto que han tenido ese último grado de la unión con Dios (todos tenemos el primero, que es la gracia de Dios; «Speriamo» como dijo el italiano): algunos poquísimo santos a quienes Dios les da un breve anticipo del cielo porque quiere darles una grande y difícil misión sobre la tierra. Pero antes del anticipo del cielo, tienen que pasar un anticipo del Purgatorio; y eso es la «noche oscura»; la cual es doble; la noche oscura del sentido y la noche oscura del espíritu, como las llama san Juan de la Cruz, el cual las pasó, y escribió sobre ellas un libro. Nosotros las pasamos después de muertos («Speriamo», dijo el italiano) y eso es lo que llamamos el Purgatorio.
Ahora bien, los Santos dicen que san José fue elevado a la última unión con Dios en el Nacimiento del Hijo de Dios, lo cual es de creer; porque si san Pablo, y santa Catalina de Siena y santa Teresa y san Juan de la Cruz llegaron a eso, tuvo que llegar con más razón san José; y por tanto que su noche oscura, breve pero más terrible que la muerte, fue esta perplejidad y oscuridad en que cayó respecto de su Esposa. La Virgen Santísima fue elevada a la visión de Dios antes, en el momento de la Anunciación del Ángel, según se cree. Ella no necesitaba «noche oscura», pues no tenía mancha ni sombra de mancha alguna. ¿Y por qué la Virgen María no le dijo simplemente a san José lo que pasaba? Porque no podía; porque el misterio de la Encarnación puede ser revelado por Dios solamente, como dijimos antes; y por eso Dios mandó al Ángel que se lo reveló a san José en una visión.
Quiere decir que el Niño Dios comenzó a hacer grandes dones a todo el que se ponía a tiro: a la Virgen, a Juan Bautista, a san José, a los pastores, a los magos, a los Rabinos de Jerusalén y hasta al Rey Herodes lo hubiera salvado si hubiese venido a adorarlo, como prometió a los Magos el gran hipocritón.
El relato del nacimiento de Cristo no necesitamos hacer, por ser conocidísimo; no hay suceso del mundo que haya sido más tratado que este por la pintura, la literatura y la predicación. El pueblo cristiano lo ha celebrado y celebrará de todas las maneras posibles con una alegría ingenua y ruidos, con villancicos, panderetas y castañuelas; diferente de la otra alegría de la Pascua, que es una alegría seria: porque la resurrección connota la muerte, pero el nacimiento es el comienzo de la vida.


         Dulce Belén
Casa de pan
Trigo vengo a buscar
Dáme, María, tu niño a besar
Toquen mis labios el Pan celestial
Oh, qué rico me vuelvo
Deste tan pobre portal


Este es un villancico que se canta con la música del villancico austríaco «Stille Nacht-Héiligue Nacht». Y estotro es otro villancico portugués, que tradujimos hace años:

Blanca estáis y colorada
Virgen sagrada
En Belén villa de amor,
del rosal nació una flor,
Virgen Sagrada
En Belén, villa real.
flor de nieve da un rosal,
Virgen Sagrada
Del rosal nació una flor,
Jesús nuestro Redentor
Virgen Sagrada
Flor de nieve da un rosal
Dios y hombre natural
Virgen Sagrada
Blanca y rosa estáis, Señora,
Noche buena por ahora,
Virgen Sagrada
Pero hoy no importa nada.
Tiempo habrá para la pena.
¡Nochebuena, nochebuena!
¡Virgen Sagrada!

* En «El Rosal de Nuestra Señora» Ed. Epheta – Buenos Aires, 1979; págs. 23-30.

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