«Por Dios y por España» - Rafael García Serrano (1917-1988)
«Por Dios y por España se hizo frase habitual y estaba en las
conversaciones, en las arengas, en los artículos de fondo y en las crónicas...».
«En cualquier
carretera de la zona en que dominaban nuestras tropas ningún viajero dejaría
aquellos días de encontrarse más de un taxi de la matrícula de Navarra, de
Logroño, de Vitoria, de Burgos o de Zaragoza, en el que viajaban unas mujeres
enlutadas y llorosas, y sobre el techo del coche un ataúd modesto con un jirón
de bandera amarilla y roja prendida sobre la negra tabla».
Aquel «Murió
por Dios y por España» era algo diferente de la esquela recogida por Agustín de
Foxá en su Madrid de Corte a cheka,
que decía: «Con motivo de la muerte de don Salvador Sánchez, la familia ha
acordado hacer una donación al partido de Izquierda Republicana». Aquello
–sigue Foxá– sustituía al «después de haber recibido los santos sacramentos y
la bendición de Su Santidad»[1].
Se vieron
esquelas con el por Dios, por la Patria y el Rey; por Dios, por España y la
Falange. En Somosierra un amigo nos enseñó el documento que llevaba sobre sí
para evitar ser un soldado desconocido. En un pliego había escrito: «El
camarada Mario murió por la Patria, la Falange y José Antonio», y la dirección
de su padre al dorso. Pero el por Dios y por España era el lema que cubría mejor
tanta generosidad.
José María
Pemán pronunció en Sevilla, con ocasión del primer Aniversario del Alzamiento
Nacional, un estupendo discurso, como Consejero Nacional de la Falange. De él
extraigo este ejemplar párrafo: «Y eso por una convicción, por una espontaneidad
que es la que hacía que en los primeros días del Movimiento, cuando caían los
primeros mártires, el padre de familia que tomaba la pluma para trazar la
esquela mortuoria del hijo, eligiera lacónicamente aquella fórmula que en
ningún país del mundo se ha escrito nunca en ningún movimiento: “Muerto por
Dios y por España”, con lo cual el padre de familia creía que había escrito la
esquela mortuoria de su hijo, cuando lo que había escrito en realidad era todo
el programa político de Falange Española Tradicionalista de las J.O.N.S.».
Un amigo de Don Pedro Hambre, personaje recreado por Neville, se preparaba un epitafio que decía: «Murió por la Patria y porque le dio la gana». Gregorio Marañón cuenta que una vez recogió a «un soldado herido que se creía próximo a la muerte, aunque sólo tenía un sedal y curó en pocos días. Pero en aquel momento, aterrado, me pidió papel y pluma y me redactó la siguiente esquela para que ya la enviara a sus familiares y la publicaran en los periódicos: “Félix Rodríguez García murió en el frente de Madrid cuando buscaba un refugio. Murió, desde luego, por Dios y por su Patria. Félix Rodríguez García era el popularmente conocido en su pueblo por ‘alias el Chevalier’. Aunque tenía sus cosas, era un buen hombre. ¡Pobrecillo! ¡Presente!”».
Aterrado y
todo, Félix, por lo que se ve, era un chungón de grueso calibre.
Un alférez a
quien le toca operar en las últimas horas de la guerra se malhumora en Provisional: «¡Una cochina gracia! Ahora
que todo está terminado, que te den un tirito y te archiven para la siembra
arropado con las dichosas letras: “Por D. y por la P.”; y allá tiesecito con un
lucero en la frente a esperar al tío de la trompeta».
Por Dios y
por España se hizo frase habitual y estaba en las conversaciones, en las
arengas, en los artículos de fondo y en las crónicas. Estaba incluso en los
chistes –por ese sentido confianzudo del humor negro que casi nunca abandona al
español–, como aquel de un pater de batallón que interroga a un recluta
bastante negado, de lo que él no tenía la culpa, y también el pobre escasamente
instruido, de lo que todos éramos responsables, desde los primeros pobladores a
Don José Ortega y Gasset. El pater quiso ver cómo andaba el hombre de catecismo
y el muchacho andaba bastante pez. Le preguntó si sabía quién era Cristo, y
dijo que el Hijo de Dios, pero ya no hubo quien le sacara más detalles. El
pater, bondadosamente, le dio un pitillo para que con el humo se le disipase la
timidez, elogió la respuesta y volvió a insistir:
–Bueno,
hombre, muy bien. Cristo es el Hijo de Dios, exacto. Dime, y ¿sabrías decirme
por quién murió?
Y el recluta,
como el rayo, le contestó:
Eso sí,
pater. ¡Por Dios y por España!
(Lo cual,
mirando hacia el Cerro de los Ángeles, por ejemplo, tampoco era ningún
extraordinario disparate).
* En «Diccionario para un macuto», Editora Nacional, Madrid – 1966, pp.378-380.
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[1] Para ver una publicación anterior en la cual se transcribe un fragmento del magnífico libro aquí citado «Madrid de Corte a cheka», de Agustín de Foxá, puede descargarse AQUÍ.
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