«No libertad sino libertades» - Eugenio Montes (1900-1982)
«...Esa cosa vaga, enorme, que es La Libertad, con mayúscula, resulta en la vida civil un sueño. Sueño de la razón que produce monstruos...».
La resistencia del aire es
necesaria para el vuelo. La resistencia de una sociedad –y su orden, que es el
Estado– es necesaria para el despliegue concreto del albedrío, o sea para las
libertades, en plural.
Plural y no singular. Libertades
concretas especiales, determinadas, en vez de la supuesta libertad genérica e
indeterminada, absolutamente vacía, que luego, al llenarla con vida, se
convierte en esclavitud y coacción.
Ahora
bien, la verdad es que en el mundo civilizado la sociedad y el Estado
preexisten al individuo. No digo que valgan más ni menos. En este mundo
sublunar, en este aquí abajo, vale más, desde luego, salvar una sociedad que
salvar a un individuo. ¡En el otro…! Para
el otro no hay problema. No existen ni cielo ni infierno para los estados, los
cuales se pierden o se ganan, se malogran o se logran en la vida histórica,
donde tienen su comienzo, su plenitud, su final, su destino.
Pero
si la ciudad es anterior al individuo que nace hoy a la siete de la tarde,
entonces claro está que los derechos estatales son previos a los individuales y
que el ciudadano sólo es sujeto de derechos en tanto sea sujeto de deberes. Así, las libertades aparecen
no al principio de un Estado, sino cuando ya éste se siente seguro, potente,
dueño de su destino y capaz. Entonces las libertades son, por un lado,
liberalidades; por otro, merecimientos.
De este modo es igualmente
cierto que el progreso humano consiste en el uso de libertades concretas,
precisas, determinadas por el bien que de ellas puedan deducirse, y también que
el progreso humano consiste en aceptar limitaciones de la libertad, en partir
de disciplinas colectivas.
Como Saturno, esa libertad
termina devorando sus propios hijos o sus madres: las libertades. Y devorándose
a sí propia. Ahorcando. Ahorcándose. Así, la Revolución de la Bastilla acaba en
la esclavitud del soviet en la inmensa Rusia, país voluptuoso de sumisión,
jamás libre, siempre dominado por una latigante minoría, a caballo de la estepa
y de la falta de voluntad.
Opongamos a esa libertad de esclavos las libertades ciudadanas, clásicas, antiguas, y las libertades señoriales, magnificentes, generosas.
En buen castellano se dice que
es liberal el que da, el que alarga la mano y la bolsa, o mejor, la sonrisa y
la mirada generosa. Liberalidades del triunfante, del victorioso, del seguro de
sí mismo, del gran señor.
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