«La hora de los enanos» - José Antonio Primo de Rivera (1903-1936)
Nuevamente es «La hora de los enanos». La hora del odio y de la venganza. La hora de los pequeños con poder, de los peleles con mando, de los monigotes serviles... Vayan pues, estas recias y piadosas líneas, de llamativa actualidad, y escritas en defensa y honra de su padre, como reparación de este nuevo ultraje, y como homenaje a su memoria.
Fue misericordia de Dios el llevárselo a las regiones de la paz eterna. Tras un breve martirio, el descanso. ¡Eran muchos sus merecimientos para que la divina generosidad no le indultara de este espectáculo!Todo bulle como una gusanera.
Como si no hubiera pasado nada. Los mismos hombres, las mismas palabras vacías,
los mismos aspavientos. ¡Y todo tan chico! Contra la obra ingente de seis años
–orden, paz, riqueza, trabajo, cultura, dignidad, alegría–, las fórmulas
apolilladas de antaño, las menudas retóricas de antaño, las mismas sutilezas de
leguleyo que ni el Derecho sabe.
Aquí están los políticos a
quienes nadie desconoce. Todos pasan de sexagenarios. Gobernaron docenas de
veces. Casi ninguno sirvió para nada. Pero no escarmentaron. Piensan que una
breve abstinencia –que ellos disfrazan de persecución– los redime del pasado
inútil.
Aquí están los ridículos intelectuales, henchidos de pedantería. Son la descendencia, venida a menos, de aquellos intelectuales que negaron la movilidad de la tierra y su redondez, y la posibilidad del ferrocarril, porque todo ello pugnaba con las fórmulas. ¡Pobrecillos! ¿Cómo van a entender –al través de sus gafas de miopes– el atisbo aislado de la luz divina? Lo que no cabe en sus estrechas cabezas creen que no puede existir. ¡Y encima se ríen con aire de superioridad!
Aquí están los murmuradores, los
envenenados de achicoria y nicotina, los snobs, los cobardes, los diligentes en
acercarse siempre al sol que calienta más, (algunos, ¡quién lo dijera!,
aristócratas, descendientes de aquellos cuyos espinazos antes se quebraban que
se torcían...).
Aquí están todos. Abigarrados,
mezquinos, chillones, engolados en su mísera pequeñez. Todos hablan a un
tiempo. No se hizo nada. Se malgastaron los caudales públicos. Las victorias
militares acaecieron bajo el mando de aquel caudillo como pudo acaecer otra
cosa. Todo fue suerte o mentira. Y, antes que nada, ese Gobierno no fue un
Gobierno inteligente (¡santa palabra para deslumbrar a los tontos!); gobernó
para España, a la española, no al gusto de la docena de los elegidos. Prefirió prescindir
de solemnidades hipócritas mejor que falsificarlas.
Los enanos han podido más que el
gigante. Se le enredaron a los pies y lo echaron a tierra. Luego, le torturaron
a aguijonazos. Y él, que era bueno, sensible, sencillo; él, que no estaba
acorazado contra las miserias; él, que por ser muy hombre (muy humana) gozaba y
padecía como los niños, inclinó su cabeza una mañana y no la alzó más.
Ahora es la hora de los enanos.
¡Cómo se vengan del silencio a que los redujo! ¡Cómo se agitan, cómo babean,
cómo se revuelcan impúdicamente en su venenoso regocijo! ¡Hay que tirarlo todo!
¡Que no quede ni rastro de lo que él hizo! Y los más ridículos de todos los
enanos –los pedantes– sonríen irónicamente.
Él también sonríe. Pero su risa
es clara, como su espíritu sencillo y fuerte. Nosotros padecemos –como él
antes– todas las torturas de la injusticia. Pero él ya goza el premio allá en
lo alto, en los ámbitos de la perpetua serenidad. Nada puede inquietarle,
porque desde allí se disciernen la grandeza y la pequeñez. Pasarán los años,
torrente de cuyas espumas sólo surgen las cumbres cimeras. Toda esta mezquina
gentecilla –abogadetes, politiquillos, escritorzuelos, mequetrefes– se perderá
arrastrada por las aguas. ¿Quién se acordará de los tales dentro de cien años?
Mientras que la figura de él –sencilla y fuerte como su espíritu– se alzará
sobre las centurias, grande, serena, luminosa de gloria y de martirio.
(ABC,
16 de marzo de 1931.)
* En «Obras de José Antonio Primo de Rivera – Edición cronológica», Recopilación de Agustín del Río Cisneros. Delegación Nacional de la Sección Femenina de F.E.T. y de las J.O.N.S. – 1964, pp. 3-4.
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