«La misión del carlismo» (fragmento) - Juan Vázquez de Mella (1861-1928)
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Pues bien, señores diputados, y lo digo con toda sinceridad, dirigiéndome a todos vosotros, que, por ser
españoles, seguramente tenéis en el fondo de vuestra alma aquel culto hidalgo
que siempre se ha rendido en esta tierra a la lealtad y a la consecuencia;
podréis decir de nosotros todo lo que queráis, podréis decir que los que a esta
Comunión pertenecemos somos absolutistas, somos la rémora del progreso, de la
civilización y de la cultura, y todas las vulgaridades inventadas para
motejarnos; pero hay una cosa que no se atreverá a decir nadie, y es que alguno
de nosotros haya faltado a la lealtad y a la consecuencia jamás.
Y cuando aquí se discute todo,
cuando aquí se discute la consecuencia de un ministro y la consecuencia de un
ministerio, y cuando a propósito de este punto se habla de la sustancialidad y
accidentalidad de las formas de Gobierno, no hay nadie tan osado que se atreva
a lanzar la nota de inconsecuencia a esta Comunión carlista.
Vosotros, los que desde todos
los demás partidos entráis en la vida pública, podéis sentir el ardor y los
anhelos de la juventud por aquellas ambiciones cuyos impulsos podéis recibir
sin posponer ni agraviar ninguna de vuestras convicciones; vosotros, al entrar
en la vida pública, no veis que esas creencias van por un lado y por otro
distinto vuestras aspiraciones de mejoramiento en todo, hasta en la posición
social; vosotros, cuando aparecéis en la vida pública, podéis oír una voz que
os dice: «¡Diputado, serás director; director, serás subsecretario; subsecretario,
serás ministro; ministro, serás presidente del Consejo!» Pero nosotros no
podemos oír nunca esa voz; nosotros vemos que nuestro deber va por un lado y
nuestras conveniencias personales por otro; nosotros, cuando entramos en la
vida pública, no oímos más que una voz que nos dice: «¡Ay de ti, si en un
momento de debilidad o de cobardía, alargas la mano para recoger cualquier
credencial o merced del Poder que el éxito, y no nuestros principios, levanta;
porque entonces la palabra traición resonará en tus oídos, nuestra maldición
caerá sobre tu conciencia y serás expulsado como réprobo!».
Y cuando nuestra causa adquiere
numerosos prosélitos, en estos días sombríos, en que la revolución se cierne
sobre el horizonte y todo tiembla y vacila, hasta los altares, entonces,
¿sabéis la recompensa y el galardón que nos espera a los que venimos aquí a
combatir? Una voz imperiosa que resuena en nuestra conciencia, nos dice:
«Orador, sella tus labios y cede la palabra a los cañones; escritor, arroja la
pluma y empuña la espada; labrador, abandona tu arado y acude a las
trincheras.» Y entonces no tenemos que hacer más que pelear con nuevos ardores;
y si nuestra bandera llegara a triunfar, sería muy posible que nuestros
adversarios de la víspera se nos adelantasen, que ellos recogieran el premio de
la victoria y nosotros tuviéramos que retirarnos a nuestros hogares, serenos y
satisfechos de haber hecho un culto de la lealtad y el deber.
Por eso podréis decir lo que
queráis de nosotros, pero nadie se atreverá a calificarnos de Sancho Panzas; de
Quijotes, quizá, y no nos importa, porque somos una especie de caballeros
andantes de la generosidad y del honor, que vivimos defendiendo a nuestra
Dulcinea, a la señora de nuestros pensamientos, en toda clase de torneos y de
justas para sacarla ilesa y ponderar siempre su hermosura, sin que nunca el
aliciente material, jamás el goce del Poder, nada que pueda considerarse como
medro personal, sirva de Norte a nuestros corazones. Por eso, señores
diputados, vosotros, que como españoles, tenéis que rendir acatamiento a la
rectitud y a la consecuencia, debéis reconocer la verdad que afirma tan
admirable y elocuentemente Aparisi, al decir: «Cuando se pasa delante del partido
carlista, hay que descubrirse como cuando se pasa delante de la estatua del
honor.»
* En «El Tradicionalismo Español – Ideario social y político». Con «Estudio preliminar, selección y notas de Rafael Gambra» - Ediciones Dictio – Buenos Aires – 1980, pp.194-196.
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