Guardia de Hierro (fragmentos)
CORNELIU ZELEA CODREANU (1899-1938)

Ayer como hoy, la misma plaga que perdura; la sorprendente similitud con la Argentina de hoy no debería llamar la atención... «nada nuevo bajo el sol».

[...]
La plaga de los políticos infecta nuestra vida nacional. La organización de nuestra juventud, además de ser necesaria para la autoeducación, lo es también para defenderla y aislarla de la plaga de los políticos y de su infección. La extensión de ésta entre la juventud rumana significa nuestra corrupción y la total victoria de Israel. Mas también esta organización de la obra de los políticos, no recibiendo nuevos elementos jóvenes, está condenada a muerte por inanición. Por falta de contenido.
Es preciso entonces que la consigna de toda la juventud sea: ningún joven volverá a pisar la puerta de un partido político.
Quien entre en él será un traidor a su generación y a su Patria. Porque con su presencia, con su nombre, con su dinero, con su trabajo contribuye a la elevación de la potencia de los políticos. Un joven que tal hiciera es traidor, de la misma manera que lo es que deja a sus hermanos y se pasa a la posición del enemigo en el frente de batalla. Aunque no dispare, tan sólo con que lleve agua que refresque a quienes disparan, siempre será cómplice en la muerte de quienes caigan en las filas de sus camaradas y, por consiguiente, traidor a la causa.
La teoría que nos exhorta a entrar en los partidos políticos para hacerlos buenos, si creemos que son malos, es una teoría falsa y pérfida. De la misma manera que desde que el mundo es mundo, día y noche, continuamente, por miles de arroyos y ríos llega agua dulce  al Mar Negro, y, sin embargo no consigue endulzar sus aguas, antes al contrario, se vuelven saladas aquellas que eran dulces, así también nosotros, metidos en la cloaca de los partidos políticos, no sólo no los corregiremos, sino que nos estropearemos.

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Por esto era desagradable el espectáculo de las luchas políticas. La carrera del dinero, de las posiciones, de los sueldos, de los placeres y del botín, ponía una nota feroz en aquellas luchas. Los partidos aparecían como verdaderas bandas organizadas, hostiles unas a otras, que se devoraban y combatían por el botín.
El odio y la bajeza de estas luchas podía ser una prueba suficiente de que no tendían a un ideal alto y santo, sino a los más bajos y vergonzosos intereses personales.
El mundo de los politicastros vive en el lujo, entre diversiones escandalosas, en la más desagradable inmoralidad, sobre las espaldas de un país cada vez más desmoralizado. ¿Quién se ocupará de sus necesidades?
Estos politicastros, con sus familias y sus agentes, tienen necesidad de dinero: dinero para las diversiones, para mantener la clientela política, para los votos y para comprar conciencias humanas. Por turno, sus hordas se precipitarán y despojarán al país. Esto significará, en último extremo, su Gobierno y su obra de Gobierno. Agotarán el presupuesto del Estado, de las Prefecturas, de los Municipios; se plantarán como garrapatas en los Consejos de Administración de todas las empresas, de las que recibirán porcentajes de decenas de millones sin hacer ningún trabajo, sustrayéndolo del sudor y de la sangre de los trabajadores agotados.
Estarán encuadrados en los Consejos de los banqueros hebreos, de los que recibirán más millones y decenas de millones, como precio de la raza vendida por ellos.
Crearán negocios escandalosos que asombrarán al mundo; la corrupción se extenderá a la vida pública del país como una plaga, desde el ínfimo criado hasta los Ministros. Se venderán a cualquiera; cualquiera que tenga dinero podrá comprar a estos monstruos, y a través de ellos, a todo el país.
Por esto, cuando el país agotado no pueda darles dinero, cederán a los consorcios de banqueros extranjeros, un poco cada vez, las riquezas de la tierra, y con ella también nuestra independencia nacional.

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Estando llamada la multitud a elegir su grupo director, no solamente no está en condiciones de descubrirlo y de elegirlo, sino que además elige, con raras excepciones, precisamente lo peor que hay en la nación.
Por consiguiente, no solamente la democracia aleja el núcleo de selección nacional, sino que lo sustituye con lo peor que hay en la nación. La democracia elegirá hombres sin ninguna clase de escrúpulos, y por consiguiente, sin moral; aquellos que paguen mejor y, por consiguiente, aquellos provistos de un mayor poder de corrupción: prestidigitadores, charlatanes, demagogos, que lograrán más fácilmente triunfar en la carrera de prestidigitación, de charlatanería y de demagogia durante el período electoral. Entre ellos se insinuarán también algunos hombres de bien, incluso políticos de buena fe, y éstos serán los esclavos de aquéllos.
El verdadero núcleo de selección de una nación será derrotado, expulsado, porque se negará a concurrir con estos medios; se retirará, permanecerá escondido, y de aquí se deducirán consecuencias funestas para el Estado.

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Todos creen que el país muere por falta de buenos programas, y por esto cada uno crea un programa perfectamente condensado y va con él a reunir a los hombres. Por esto todos preguntan:
-¿Qué programa tienes?
El país muere por falta de hombres, no por falta de programas. Este es nuestro parecer. Y por esto no debemos crear programas, sino hombres, hombres nuevos. Porque los hombres, tal y como son hoy, educados por los politicastros e infectados por la influencia hebrea, comprometerían incluso el más espléndido programa.
Esa especie de hombres, que viven hoy en la política rumana, la he encontrado ya en la historia; bajo su dominio han muerto las naciones y se han destruido los Estados.
Por esto la piedra angular de la que parte la Legión es, no el programa político, sino el hombre; la reforma del hombre, no la reforma de los programas políticos. La «Legión del Arcángel San Miguel» será por consiguiente, más una escuela y un ejército que un partido político.
El pueblo rumano es estos días no tiene necesidad de un gran hombre político, como erróneamente se cree, sino de un gran educador que venza las fuerzas del mal y aplaste las gusaneras de mercaderes. Pero para conseguir esto deberá ante todo vencer al mismo mal que se encuentra en él y en todos los suyos.
    De esta escuela legionaria saldrá un hombre nuevo, un hombre con las cualidades de héroe, un gigante de nuestra historia, que sepa combatir y vencer a todos los enemigos de la Patria. Y su lucha y su victoria deberán extenderse aún más allá, sobre los enemigos invisibles, sobre las fuerzas del mal.
[...]

* En «Guardia de Hierro (para los legionarios)», Colectia Omul Nou, München – 1972; la primera edición fue publicada en Rumania en 1936.

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