El paso de los Andes
VICENTE DIONISIO SIERRA (1893-1982)
Si la
organización del Ejército de los Andes es uno de los hechos más extraordinarios
de la historia militar como combinación estratégica, el paso del gran macizo
andino fue considerado por Mitre «un
compuesto de atrevimiento, de observación y de cálculo, que en su conjunto
asombra, y analizado, se admira y se impone por lo concreto de su concepción y
la exactitud de su ejecución». No en balde, al divisar desde Mendoza las
nevadas crestas de los Andes, San Martín exclamaba: «Lo que no me deja dormir es, no la oposición que pueden hacerme los
enemigos, sino el atravesar estos inmensos montes» (Carta a Guido del 14 de
junio de 1816). La labor consiguiente a tan ardua empresa se bifurcó en
diversos aspectos, y sobre todo el de desorientar al enemigo respecto de los
planes como de la situación del ejército patriota, labor que San Martín manejó
personalmente con singularísima eficiencia. Para realizarla encontró la colaboración de numerosos
patriotas chilenos que se jugaron la vida en aquella labor, cuya segunda etapa
fueron las guerrillas.
El propósito
de San Martín de mellar la moral del enemigo fue logrado, pero al mismo tiempo
necesitaba engañarlo sobre la verdadera dirección en que movería sus fuerzas.
Además, debía cruzar los Andes con tal sincronismo entre las diversas columnas
en que tenía que dividir sus tropas, que todas se encontraran en un punto dado,
para caer unidas sobre el enemigo. A tal efecto, y después de confirmar que
estaban expeditos los pasos de Los Patos y de Uspallata a pesar de las órdenes
de Marcó de inutilizarlos, San Martín dispuso que el grueso del ejército
cruzaría la cordillera por Los Patos, para caer en Putaendo, mientras una
división de ochocientos hombres al mando de Las Heras lo haría por Uspallata,
para desembocar en Los Andes. Ambas columnas debían marchar paralelamente, a
fin de caer al mismo tiempo sobre el valle de Aconcagua y ocupar el mismo día
San Felipe y Los Andes, respectivamente, de manera que el enemigo no pudiera
atacarlas con fuerzas superiores en condiciones de no poder auxiliarse ente sí.
El plan incluía la tarea de inducir a Marcó a dispersar sus fuerzas, y la
verdad es que San Martín logró fraccionarlos merced a la acción de los
guerrilleros, hasta determinar a Marcó a destacar unos mil cuatrocientos
hombres entre Curicó y San Fernando. Había que evitar que esa tropa se uniera
al grueso enemigo, a cuyo objeto San Martín destacó al capitán chileno Ramón
Freire con ochenta hombres de infantería, veinticinco granaderos y una columna
de regulares formada por emigrados chilenos, fuerza ésta que inició su marcha
el 14 de enero de 1817. Cinco días antes había partido el teniente coronel Juan
Manuel Cabot rumbo a San Juan, a la cabeza de sesenta soldados, a los que se
unirían los emigrados chilenos que se hallaban en esa ciudad para seguir a
Coquimbo. El 18 partió rumbo a Uspallata la columna de Las Heras, y en los días
19 y 20 lo hizo la primera división, compuesta de unos 1.350 hombres, al mando
del jefe del estado mayor, brigadier Miguel Estanislao Soler; y los días 21 y 22,
también fraccionada en dos columnas, la segunda división, a las órdenes de O’Higgins.
El 24 San Martín se puso en marcha, pasando a reunirse con la retaguardia de
las divisiones de Los Patos. Ese día escribió a Godoy Cruz: «El 18 empezó a salir el ejército y hoy
concluye el todo de verificarlo. Para el 6 de febrero estaremos en el valle de
Aconcagua, Dios mediante, y para el 15, ya Chile es de vida o muerte». Con
precisión matemática fijaba el desarrollo de su empresa. Todo había sido
previsto: las marchas, los descansos, las comunicaciones, el calzado, el
alimento, las mulas y sus remudas y los combates eventuales en el trayecto,
inclusive la derrota y el repaso de los Andes. Lo destaca Encina, quien agrega:
«Los obstáculos y las
eventualidades se doblegaron ante la precisión y la voluntad de su poderoso
genio organizador, amasado con una rara mezcla de audacia, espíritu de
observación y de cálculo, y todo funcionó con la más absoluta regularidad. El
Ejército de los Andes había atravesado una de las cordilleras más altas del
mundo, por senderos donde sólo transitaban viajantes y arrieros, desfilando de
a uno por los precipicios y los pasos estrechos, y había llegado al Valle de
Chile sin perder un cañón ni una carga de municiones. La hazaña de San Martín
es una de las mayores que registra la historia militar; y es necesario tener en
cuenta que la llevó a cabo con un elemento humano que hasta entonces se había
manifestado incapaz de marchar ordenadamente aun en comarcas planas y llenas de
recursos».
Las dos
columnas patriotas avanzaron por los pasos de Los Patos y Uspallata, separadas
entre sí por cerca de setenta kilómetros. El 24 de enero la columna que al
mando de Las Heras marchaba por Uspallata recibió aviso de que una avanzada de
catorce hombres había sido sorprendida por el enemigo en Picheuta por la
vanguardia de una fuerza española al mando del mayor Miguel Marquell, destacada
para avanzar por Uspallata hasta adquirir noticias sobre la situación de los
patriotas. Algunos de los soldados sorprendidos en Picheuta llevaron la noticia
a Las Heras, quien despachó en el acto a su segundo, el mayor Enrique Martínez,
en persecución del enemigo, al que alcanzó el 25 en Los Potrerillos, trabándose
un combate que obligó a éste a repasar con pérdidas la cumbre de la cordillera,
llevando la noticia de que una fuerte columna patriota avanzaba por aquella
parte. San Martín supo de estos hechos en Los Manantiales y comprendió que el
enemigo, informado de que sería atacado por Uspallata, podía detener su marcha,
rompiendo la coordinación con el grueso del ejército que avanzaba por Los
Patos. Ante la emergencia modificó su plan, disponiendo que el mayor Arcos, al
mando de doscientos hombres, avanzara rápidamente por un camino de atajo para
ocupar sin pérdida de instantes la garganta de Las Achupallas, fortificándose en
ella. El 4 de febrero Arcos se encontró con la guardia de Las Achupallas reforzada
con hombres de San Felipe, entablándose
una lucha en la que Juan Lavalle, al frente de veinticinco granaderos montados,
puso en fuga al enemigo. Entre tanto, el 2 de febrero Las Heras trasmontaba la
cumbre de los Andes por Uspallata y el 4 atacaba el punto de la Guardia Vieja,
defendido por los realistas, obteniendo un completo triunfo el mayor Enrique
Martínez, a quien Las Heras confió la operación. Como se había recibido orden
de San Martín de retrasar dos días el avance, Martínez se replegó a su reserva,
en el Juncalito. Los fugitivos de la Guardia vieja llegaron a Santa Rosa de los
Andes al mismo tiempo que los dispersos de Las Achupallas lo hacían a San
Felipe. Refiere Mitre que Las Heras destacó a un prisionero español para
ofrecer a su jefe un canje de prisioneros. El comisionado fue convencido de que
la retirada al Juncalito respondía a una orden de regresar toda la columna a
Mendoza. Desde ese momento el coronel Atero, jefe de las fuerzas destacadas por
Marcó sobre Uspallata, creyó disipado el peligro, por lo que reunió sus tropas
para salir al encuentro de las enemigas que habían asomado en las gargantas de
Las Achupallas, de manera que el día 6 la comuna de Uspallata, que se había
concentrado en la Guardia vieja, pudo continuar su marcha para caer sobre Santa
Rosa de los Andes el día prefijado, a la vez que el grueso del ejército, que
avanzaba por Los Patos, penetraba en masa en el valle de Putaendo, para
reunirse ambas columnas como San Martín lo había planeado. Así ocurrió el día 8
siendo derrotado el Coronel Atero en San Felipe, a la par que Las Heras
penetraba en Santa Rosa de los Andes. El día 9 los zapadores restablecían el
puente del Aconcagua y, a las órdenes de Melián, un escuadrón de granaderos se
adelantaba hasta la cuesta de Chacabuco, donde se encontró con las avanzadas de
caballería de Las Heras. Dice Mitre:
«La reconcentración del ejército de
los Andes estaba operada en el llano al occidente de la cordillera, en los días
pronosticados por San Martín dos semanas antes (el 24 de enero). Al mismo
tiempo, y en el mismo día, el Sur y el Norte de Chile estaban reconquistados.
La combinación estratégica desenvuelta sobre un frente de 2.100 kilómetros,
efectuóse matemáticamente a hora fija, según las previsiones de su hábil
ordenación».
* En «Historia de la Argentina, T° VI
– 1813-1819», Editorial Científica Argentina – Buenos Aires, 2ª edición, págs.
514 – 516.
blogdeciamosayer@gmail.com
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