Introducción (fragmento)
JORDÁN BRUNO GENTA (1909-1974)
Caseros representa para nuestra Patria el fin de una política nacional
fundada en el real señorío sobre todo lo propio, y el comienzo de una política
de soberanía ficticia y de efectiva servidumbre a la usura internacional hasta
el día de hoy. Se comprende fácilmente que a la ficción de la Soberanía
política, el liberalismo triunfante tenía que darle una apariencia de
legitimidad apelando a una historia –ficción que explicara, a su modo, el
origen, la formación y la organización de la Nación Argentina–. Había que
presentar hombres y acontecimientos, no conforme a la realidad, sino a esa
burda imagen de una Soberanía popular que
no existe ni puede existir. Esta es la razón de esa interpretación populista de la Revolución de Mayo, en la que
coincide la historiografía oficial de los jacobinos con el revisionismo
histórico de los nacionalistas de izquierda (marxistas); y también la razón por
la cual unos y otros no soportan las cinco verdades con las que Hugo Wast
define y precisa el sentido de la Revolución de Mayo.
“Año X” es una contribución
magistral y normativa a la Historia verdadera de la Patria. No hay más protagonistas
de la Historia que los Señores. La
multitud no está para conducir, sino para ser conducida por sus caudillos; se
ennoblece siguiendo a sus legítimas superioridades y se envilece detrás de los
demagogos y tiranos. El número no ha hecho jamás historia verdadera, ni tampoco
ha sido ni puede ser expresión de la real soberanía.
Caseros señala el fin de la historia que realizan los Señores y el
comienzo del gobierno oculto de las logias masónicas que sirven al Poder
Internacional del Dinero.
Se ha publicado y documentado la Tenida
de la Conciliación Nacional que tuvo lugar en la sede de la Logia “Unión del Plata”,
el 21 de julio de 1860, en la que Urquiza se comprometió a entregar la
conducción política de la Nación a su aparente adversario Mitre; razón por la
cual tenía que asegurarle el triunfo de Pavón.
El General Roca, héroe de la 2ª Campaña del Desierto, dos veces
Presidente de la Nación, declaraba en la intimidad que “este país no puede gobernarse sin la Masonería”. No lo dejó
escrito; pero lo hechos documentan esta terminante afirmación.
Hasta 1945 esa mediatización de la política
oficial a la Usura internacional a través de las Logias del Rito Escocés,
antiguo y aceptado, tenía su centro en Londres. A partir de la adhesión del
Gobierno argentino a los Acuerdos de Bretton Woods (origen del Fondo Monetario
Internacional) y a las Actas de Chapultepec, que fueron el precio de nuestro
enganche como furgón de cola al tren de los vencedores de la segunda Guerra
Mundial, la hegemonía del Poder Financiero se desplazó hacia Nueva York.
Claro está que este desplazamiento hacia la nueva Inglaterra, como también
se llama a los E.E. U.U., no significa que hayan cambiado los titulares del
Poder Internacional del Dinero, en gran parte judíos incrédulos y el resto
cristianos renegados. Es un poder mundial, ateo y apátrida, que ejerce su
tiranía implacable por medio de la Masonería
en las naciones “libres”, y del Terror
Comunista en las naciones sometidas. Siempre en el ámbito de la ficción, el
dilema Perón o Braden que se utilizó para las
elecciones presidenciales del año 1945, no era más que un burdo y pueril
recurso de propaganda para ocultar la dimisión del margen de soberanía que nos
quedaba, o sea, de ese mínimo de libertad de acción que podíamos ejercer hasta
el año 1945.
Esta situación de dependencia, explica el carácter ficticio de las
medidas previstas para la defensa de la comunidad, como fue por ejemplo, la
creación al comienzo de la década
peronista, del Instituto Argentino de
Promoción del Intercambio –I. A. P. I.–; tenía que resultar una burla
siniestra del Nacionalismo argentino. Su fin aparente era la defensa de los precios
de los productos nacionales en el Mercado exterior; pero en la realidad sirvió
exclusivamente para la promoción acelerada de una nueva oligarquía de
testaferros de la usura Internacional, tal como ya había ocurrido con la
antigua oligarquía “falaz y descreída”, en la expresión de H. Yrigoyen.
Sabido es que en BrettonWoods (año 1944), primó la línea ortodoxa liberal
del Plan White, cuya consecuencia es la explotación despiadada de los países
agroexportadores y con industrias livianas o superfluas, por la Internacional
del Dinero a través del libre cambio sin límites.
¿Qué posibilidades tiene una Nación
subdesarrollada frente a la superdesarrollada bajo un régimen de libertad de
Mercado?
¿Cuál es la situación real de la población en un Estado que adopta obligatoriamente una economía de lucro y
de libre concurrencia?
¿Cómo puede hablarse en serio de un verdadero desarrollo orientado a
lograr el ascenso de todos los hombres y de todo el hombre, en una República
que entrega a su pueblo a la servidumbre de la Usura bajo el sistema
capitalista liberal?
¿Y cómo puede esperarse la liberación del hombre y de los pueblos bajo el
régimen comunista que entrega la administración de la riqueza de todos a un
puñado de jerarcas, bajo el sistema de terror policial?
El capitalismo liberal y el
Comunismo “intrínsecamente perverso” son
dos empresas históricas del hombre del pecado que rechaza a Cristo y pretende edificar
el paraíso en la tierra sobre su misma corrupción, con el Poder del Dinero y de la técnica científica.
El liberalismo y el comunismo no son etapas avanzadas ni síntesis más
perfectas de la Civilización occidental y cristiana; por el contrario,
constituyen su perversión y son como frutos podridos de la disolución de Cristo; esto es, de un humanismo ateo que bajo la
sugestión de Satanás se vuelve en contra de Dios vivo y del Sacrificio redentor
de la Cruz. Son figuras nítidas e inequívocas del Anticristo.
El pluralismo consentido de las
creencias, ideas y valores como expresión del nuevo ecumenismo, la coexistencia
pacífica como fórmula de paz en medio de la Guerra subversiva, la liberación de
los instintos como ideal de salud y normalidad, son señales apocalípticas que
nos ubican, al parecer, en el tiempo previo a la Segunda Venida de Cristo.
Un texto paulino nos advierte que “no vendrá sin que primero haya
acontecido la apostasía, y aparecido el hombre del pecado, el hijo de la
perdición, el cual se opondrá y se alzará contra todo lo que se dice Dios, o se
adora, hasta llegar a poner su asiento en el Templo de Dios, mostrándose como
si fuese Dios... el hecho es que ya va obrando el misterio de iniquidad...
Entonces se dejará ver aquel perverso, a quien Jesús matará con el aliento de
su boca y destruirá con el resplandor de su venida. Aquel vendrá con el poder
de Satanás, con toda suerte de milagros, señales y prodigios falsos y con todas
las ilusiones que conducen a la iniquidad a los que se perderán” (Epístola II a
los Tesalonicenses).
No creemos que el llamado insistente y angustioso de la Cátedra de Pedro
al deber de solidaridad, de Justicia Social y de Caridad Universal, conmueva el
corazón endurecido por la avaricia y por la soberbia de los poderosos de la
tierra.
Quisiéramos equivocarnos y nos complacería reconocerlo, si viéramos a los
empresarios de la Usura cambiar su voracidad insaciable en ayuda generosa de
sus víctimas; si viéramos a los fuertes llevar la carga de los débiles. Pero
nos tememos que en la próxima década se cumpla el pronóstico del Secretario
General Adjunto de las Naciones Unidas, Sr. Philippe de Seynes, quien declaró
el 4 de octubre de 1968:
“El mundo del próximo decenio
seguirá muy ampliamente marcado por la dependencia
de los países de la periferia hacia los centros de potencia económica.
“La suma de las decisiones tomadas
por los países industriales bajo la presión de dificultades domésticas
apremiantes, continuará afectando más que cualquier otro factor las
exportaciones de los países subdesarrrollados, así como las políticas
internacionales de ayuda y del comercio”.
De acuerdo con este pronóstico autorizado, asistiremos a una marcada
agravación de las injusticias y miserias que soportan las naciones subdesarrolladas,
entre las cuales se encuentra nuestra Argentina: los pobres serán cada vez más
pobres y los ricos cada vez más ricos. No queda otra alternativa bajo el
régimen de la libertad en la confrontación de partes en extremo desiguales.
Este cuadro sombrío que ya se perfila ante nosotros, nos anticipa que se
irá agudizando cada vez más la tentación
de la violencia, ampliándose y ahondándose la guerra subversiva en los países
ahogados por la servidumbre de la Usura, y se irán sucediendo en escala
progresiva, los estallidos de rebeliones y guerrillas urbanas análogas a las
que conocimos el año 1968, en Córdoba y en Rosario. Cualquier día será en el
Gran Buenos Aires o, tal vez, en forma simultánea aquí y en las ciudades más
populosas y activas del interior. Y lo más grave no está en la astucia de los
agitadores profesionales, ni en la violencia de los ataques que se preparan,
sino en la debilidad, en la ineptitud y en la pusilanimidad de la resistencia;
también en la falta de convicción y de ideal de los defensores.
Sabemos que no vamos a ser escuchados; pero tenemos el deber del
testimonio de la Verdad y no dejaremos de
“clamar en el desierto”.
* “Seguridad y
desarrollo”, Editorial Cultura Argentina SA – Buenos Aires - 1970, fragmento de su introducción, págs. 23-29.