Estudio preliminar
ROBERTO H. RAFFAELLI (1945-1989)
El siguiente es el interesante estudio preliminar al libro “Esencia del
Liberalismo” del P. Leonardo Castellani, libro cuya lectura, de gran actualidad,
“Decíamos Ayer...” recomienda vivamente. Para ello, ofrece a sus lectores, al
pie de la página y para su descarga, el texto completo, que fue editado junto con un “Apéndice” de tres artículos
más, referentes al mismo tema.
Lo primero
que notará el lector que lea sucesivamente aquel precioso ensayo y estas
páginas, aun teniendo en cuenta que las últimas reproducen principalmente una
conferencia, es un singular cambio de estilo entre uno y otras, cambio que se
advierte también en el resto de la obra del autor. Hay un límite invisible que
la atraviesa entera y que posiblemente pase por los días terribles de Manresa.
En sus trabajos más antiguos se percibe una voluntad de forma, una aspiración
–digamos– clásica, que luego
desaparece. Se diría que el último Castellani quiere escribir mal, que
renuncia voluntariamente a toda gala propiamente literaria, para exponer al
desnudo las verdades esenciales en un discurso agónico que se tuerce y se retuerce.
Pero esta
particularidad del estilo no obsta, naturalmente, a la coherencia de los
conceptos. Castellani propone tres definiciones del Liberalismo. Descubre ante
todo la traidora ambigüedad de la primera, construida en torno a la mágica
palabra “Libertad” –sobre la libertad como mito, vuelve en el comentario al
libro de De Anquín “Mito y Política”–.
La segunda
definición –“descriptiva e histórica”–
abarca, desde el aumento del poder central en el Renacimiento hasta el
Liberalismo actual, a través de los sucesivos hitos históricos y doctrinarios
que brevemente expone. Es aquí que caracteriza a la Monarquía Cristiana, a la
que torna a aludir en La pseudemogresca
liberal y en la Tiranía y la Anarquía.
Y por último señala cómo el Liberalismo fue un fallido intento de hallar un
equilibrio perenne entre el individuo y la sociedad.
Cierra la
conferencia la definición de Rosas del hombre
libre. Con su inclusión, Castellani señala un camino. Hay, en efecto, un
Rosas doctrinario que no ha sido suficientemente estudiado. Sus éxitos
empíricos de estadista han distraído la atención de sus aportes –nada
desdeñables– en el terreno de los conceptos. Basta releer con atención las
cartas a doña Josefa Gómez, aun en la síntesis que hace Ibarguren en su libro,
para toparse con ideas que lo constituyen el directo precursor de los
movimientos nacionales del siglo XX.
Curiosamente
–y conforme al peculiar estilo al que aludíamos– la verdadera conclusión de la conferencia está casi en la primera
página. Castellani demuestra que el Liberalismo desde el punto de vista
teológico es una herejía, y desde el punto de vista filosófico un grosero
error. Se remite, incluso, a la noble biblioteca tradicional que establece esas
verdades esenciales. Pero agrega: “...me
di cuenta de que aquí el liberalismo no merece ni mucha investigación ni mucha
discusión; de que aquí casi es de mal gusto y casi es de asco el tocarlo; de
que aquí ha sido brutalmente importado y no ha tenido ni doctrina ni
inteligencia ni siquiera buena fe... y en fin que la filosofía que hay que
hacer aquí acerca del liberalismo debe ser existencialista y no esencialista;
que no interesa ahora tanto conocer su esencia como librarnos de su existencia”.
Todo es tan
claro, que sería superflua cualquier glosa. Sólo osaremos extraer una
conclusión política del párrafo que antecede, como así también recordar el
carácter esencialmente religioso de las actitudes de nuestro autor.
“Qui geniut reactionem fascisticam”
La sugestión
acerca del antiliberalismo
existencialista implica la respuesta a una de las preguntas del comienzo
del texto, y esclarece –a nuestro juicio– las relaciones entre la Tradición y
el Fascismo, entendido como actitud universal.
La Monarquía
Cristiana, muerta como orden social, subsistió y subsiste, en muchos espíritus,
en forma de creencia en la acepción
orteguiana: valores, ideas, principios, que “constituyen
el continente de nuestra vida”. Ellas no se articulan de modo lógico, ni
siquiera, a veces, consciente. Su articulación es vital, y somos, propiamente, nuestras creencias. En otros términos: se trata
de una forma de alma acuñada a lo
largo de los siglos de la Monarquía Cristiana, y cuya superficie alteró apenas
el viento de la Revolución Liberal. Este estado de espíritu poco tiene que ver
con las manifestaciones doctrinarias de la Tradición; es, por el contrario, la
Tradición –digamos– subconsciente, en
forma de intuición o de sentido –“sentido total de la Patria, de la vida, de la Historia”, decía
José Antonio Primo de Rivera–.
Sostenemos
que el Fascismo –a pesar de la frecuente incomprensión de los tradicionalistas
doctrinarios y de la Iglesia– fue la expresión política de esta actitud
existencialmente tradicionalista. Por eso fue históricamente eficaz. Se atuvo a
la lucha existencialista contra el Liberalismo, sin cuidarse demasiado del
debate en torno a las esencias. Y de allí la actualidad y la importancia del
consejo de Castellani: seguirlo nos conducirá a un Nacionalismo existencialmente antiliberal –esto es, fascista–, por oposición al
conceptualismo tradicionalista, acaso exacto en doctrina, pero vitalmente
estéril.
Castellani, hombre religioso
En un célebre
ensayo, Ramón Doll trató de demostrar que Lugones fue, en realidad, apolítico,
que inspiraciones y móviles exclusivamente estéticos determinaron todas sus
actitudes. En esta hora de balance, podemos afirmar algo parecido de
Castellani: apolítico, a fuer de religioso.
No es que la
religión y la política se opongan, ni que pertenezcan a reinos separados; para
anudarlas bastan aquellos versos de Verlaine que el mismo Castellani tradujera
y formulara:
“L’amour de la Patrie est le permier amour
Et le dernier amour aprés l’amour de Dieu”.
Lo que
difiere substancialmente es la actitud ante la vida. Para precisarlo, es
imprescindible recurrir a las categorías kierkegaardianas: el hombre ético,
el hombre ético, el hombre religioso, categorías caras a Castellani. En las
páginas que siguen hay referencia a estos estadios;
el Padre los describió en Su Majestad
Dulcinea. Allí caracteriza de este modo al plano estético: “... es el estado de los hombres cuya vida
interna está regida por la pasión de lo moral... Su signo es la lucha y la
victoria... El horror a la injusticia, ésa es la médula del plano ético”. Y
en la conferencia que sigue, agrega: “un
buen político es un hombre ético”.
Pero
justamente por vivir bajo el signo de la lucha y la victoria, no se le puede
pedir que haga Verdad a largo plazo,
ni que se limite a dar testimonio de la
Verdad. Tiene hambre y sed de justicia; necesita
el Poder para realizar la Justicia. Como demostró Ernesto Palacio en aquel
memorable capítulo del Catilina, el
verdadero político es un ambicioso, que “obra
bien cuando obra en el orden de su vocación y de la ambición consiguiente,
porque aquélla es benéfica, y ésta, sobre todo, anhelo de servir”. Su
peculiar modo de dar testimonio de la
Verdad es a través de la conquista y del adecuado ejercicio del Poder.
Creemos,
pues, que la apelación contenida en la conferencia, que la prevención contra el
anhelo del Poder, son propias de un hombre religioso, y están dirigidas no a
los hombres éticos que se supone seríamos los nacionalistas, sino –para volver
a las categorías de Kierkegaard– a hipotéticos “caballeros de la resignación
infinita”, que desde luego no somos.
Los
nacionalistas no hemos valorado hasta ahora exactamente hasta qué punto
Castellani es un hombre religioso. Basta para ello analizar su deslumbrado
hallazgo de Kierkegaard, y su comprensión del danés, expuesta al cabo de los
años en el único libro serio escrito sobre éste en la Argentina, De Kirkegor a Tomás de Aquino. Esa
magnífica exposición es esclarecedora respecto de quien la formula. Porque
cualquier espíritu sistemático hubiera podido hacer inteligible un Sistema, pero para dar cuenta de la obra
del Existente, no hay otro medio que ser un Existente. Alguien que haya agotado
las etapas en el camino de la vida, y
arquetipo del hombre religioso, haya emprendido la imposible travesía que
conduce a Jauja.
Buenos Aires, septiembre de 1975
* Estudio Preliminar a
“Esencia del Liberalismo” en “Leonardo Castellani, Biblioteca del Pensamiento
Nacionalista Argentino”, T° VIII Ediciones Dictio – 1976.
blogdeciamosayer@gmail.com
Descargar aquí “Esencia del Liberalismo” y “Apéndice”