«El Americanismo» - Guillermo Gueydan de Roussel (1908-1996)
«La Revolución Francesa había reemplazado a Dios por la Razón, los Estados
Unidos concibieron una realidad materialista: la religión del Progreso técnico».
El fin del siglo XVIII ha visto
el desmoronamiento de nuestras instituciones cristianas en Europa, y el
advenimiento de un nuevo poder en el Nuevo Mundo. Aquí, la agonía de un régimen
y de una sociedad, allá, la construcción de una pirámide política bajo la
mirada del Gran Arquitecto del Universo, con esta divisa ambigua digna del
iluminado Weisshaupt[1]:
«Annuit coeptis novus ordo saeculorum» («El nuevo orden de los siglos da
su aprobación a la obra comenzada»)[2].
He aquí cómo una pequeña nación
de cuatro millones de habitantes que ya no quería saber más de las viejas
instituciones políticas y religiosas de la Europa cristiana, se puso a
construir, del otro lado del Atlántico, una Ciudad terrestre fundada sobre el
amor a sí mismo hasta el desprecio de Dios, ya que Dios no tiene el lugar en su
Constitución.
La Revolución Francesa había
reemplazado a Dios por la Razón, los Estados Unidos concibieron una realidad
materialista: la religión del Progreso técnico. Ahora bien, el progreso técnico
no está necesariamente acompañado del progreso moral. Al contrario, como dice
Carl Schmitt, «el progreso técnico y el perfeccionamiento moral del hombre se
distancian cada día más profundamente»[4].
Después de haber servido al
bienestar y el lujo de los pueblos, la técnica les ha dado las armas. Y esas
armas cada vez más mortíferas han permitido a los Estados Unidos llevar a cabo
en beneficio suyo la dominación mundial, bajo la máscara de la moral que engañó
a los pueblos sometidos. Cada vez que intervinieron en nuestras guerras
convencionales en nombre de la moral y la libertad, fue para satisfacer su
antiguo rencor contra nuestras instituciones más sagradas. Sus bombardeos
masivos han reproducido a escala mundial la Masacre de los Inocentes ordenada
por Herodes. Desde el exterminio de los indios hasta su reciente intervención
contra el país de los Reyes Magos, no han hecho más que matar sin mostrarse jamás
capaces de construir un orden nuevo. Como escribe Monseñor Herni Delassus en
una obra que apareció al mismo tiempo que la condena del Americanismo por León
XIII, el Americanismo entraña «la paz en la esclavitud debajo de la tiranía de
un hombre o de una raza»[5].
*En «Revista Gladius», Año 8 – N°23 – 19 de abril de 1992, pp.123-124.
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