«Una nota sobre el nudismo» - Gilbert K. Chesterton (1874-1936)
Hallé un ejemplo curioso en un
libro excelente de Cicely Hamilton llamado Modern Germanies. Hacía
referencia a la secta de los nudistas, que han renovado la vieja herejía de los
adamitas y andan muy tranquilos sin ropa, y se toman muy en serio; como si la
desnudez fuese un invento moderno. Creo que la señorita Hamilton en verdad
vaciló un poco, pues sus instintos de persona civilizada la llevaron a reír, y
sus instintos de progresista, a aplaudir. Entonces, ¿qué hace? Inmediatamente, repite
la vieja historia de Pablo y Virginia, la novela muy artificial y
sentimental del siglo XVIII, en la que la heroína se ahoga porque se niega a
quitarse la ropa. Luego, agrega que, si «ella tuviera que elegir» entre
Virginia y alguna chica alemana que encuentra más cómodo andar sin ropa,
elegiría a ésta.
Pero, antes que nada, ¿por qué
tendría ella que «elegir»? ¿Por qué no considera el nudismo por sus propios
méritos, y la opinión que la gente cuerda tiene de la ropa también por sus
propios méritos? Si tengo que juzgar a un borracho, lo haré sin tomar por los
cabellos la comparación con un faquir loco que deliberadamente murió de sed en
el desierto. Si tengo que juzgar a un avaro, lo llamaré avaro, a pesar de la
existencia de un noble vienés loco y borracho, que arrojó diez mil monedas de
oro a una alcantarilla. No alcanzo a entender por qué la señorita Hamilton
recurre a una extravagancia para justificar otra.
En segundo lugar, si supone que
Virginia representa la moral normal, tradicional o cristiana, probablemente
esté muy equivocada. Muchas autoridades cristianas le dirán que su idea del
sacrificio se acercaba mucho al pecado de suicidio. Porque Pablo y Virginia no
se escribió en un período cristiano, sino en uno muy pagano, cuando la Francia
prerrevolucionaria estaba enamorada de los estoicos paganos que no desaprobaban
el suicidio. La historia misma se basa, en gran parte, en un viejo romance
clásico. No puede tomarse como típico del cristianismo moderno, ni siquiera del
medieval. Es justo recordar que, en este aspecto, Virginia es una heroína
pagana, y Godiva, una heroína cristiana.
Finalmente, no estoy muy seguro
de que elegiría a la muchacha alemana, aunque me obligaran a elegir. Podemos
pensar que se hace un sacrificio a un código de honor equivocado, pero el
sacrificio está ahí; y ahí reside el honor. No hay razones para suponer que la
nudista sabe siquiera lo que significa honor para nosotros. Nada sabemos de
ella, excepto que no sabe lo que para nosotros significa dignidad. Como muestra
llana de psicología práctica, creo que es muy posible que la pobre muchacha
equivocada, que murió por su dignidad, también moriría por su país, por sus
amigos, por su fe, por su promesa o por cualquier obligación digna. De la otra
mujer nada sabemos, excepto que (como el cerdo y los otros animales) se siente
más cómoda sin ropa. A mí me parece que es un fundamento insuficiente para
inspirar confianza moral.
* En «El hombre común y otros ensayos sobre la modernidad». Ed. Lohlé-Lumen, 1996.
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