Mañana, 2 de agosto, se cumplen los 50 años de la muerte
del P. Julio Meinvielle. Con una publicación anterior habíamos adelantado nuestro
sencillo homenaje (ver aquí).
Ofrecemos ahora a nuestros lectores, las palabras de uno de sus discípulos más dilectos,
escritas precisamente con ocasión de su muerte.
Trazar en breves palabras el
perfil intelectual del Padre Meinvielle es una empresa sumamente ardua. Aún
para sus discípulos más íntimos resulta difícil aquilatar la proyección real de
su obra intelectual en la Iglesia y en la Patria. Sólo el transcurso del tiempo
podrá darnos su dimensión definitiva, pues la vocación del Padre Julio se ha
canalizado a través de iniciativas, trabajos y testimonios tan diversos que
escapan a cualquier tentativa de encasillamiento cómodo.
Su
vocación intelectual: el filósofo cristiano
Si tuviéramos que definir con
una única expresión la vocación intelectual del Padre, creo que la más adecuada
es la del «filósofo cristiano». Tuvo en grado excepcional la «pasión por la
Verdad» y subordinó toda su vida de intelectual católico y de sacerdote de
Cristo a la profundización y a la difusión de la Verdad, en todos los ambientes
y sobre todos los aspectos, consciente como pocos del lema agustiniano «la
mayor Caridad es la Verdad».
Meinvielle realizó en plenitud
la vocación del «Doctor», tal como la define su gran maestro Santo Tomás de
Aquino: aquel que reúne a la vez las cualidades propias del contemplativo con
las de la vida activa. Muy pocas veces es dable constatar el equilibrio, la
facilidad y eficiencia con que el Padre acometía las más variadas iniciativas
intelectuales y prudenciales. Resulta casi inexplicable que una misma persona
fundara la Juventud Obrera Católica, la Unión Scouts Católicos Argentinos, la
parroquia Nuestra Señora de la Salud, el Ateneo Popular Versailles, y al mismo
tiempo redactara una docena de libros de valor, todo ello en poco más de una
década. A lo cual se sumaron los cursos y conferencias dictadas en el marco de
los célebres Cursos de Cultura Católica y del Colegio Universitario, los
innumerables artículos aparecidos en las más variadas publicaciones, amén de la
dirección de las revistas fundadas por el Padre: Nuestro Tiempo, Balcón,
Presencia y Diálogo. Recién entonces podemos vislumbrar su valor intelectual y
el empuje de su espíritu renovador. Admirable síntesis, pocas veces realizada
tanto dentro como fuera de nuestro país.
Su vasta obra escrita
constituye, sin lugar a dudas, la contribución más significativa de toda la
elaboración teológica argentina e hispanoamericana. A lo largo de casi cuarenta
años de actividad perseverante, J. Meinvielle ha publicado más de veinte libros.
Los temas abordados pueden reunirse en torno a dos ejes principales: el uno,
constituido por la filosofía social y económica, y el otro, de índole
teológica, centrado en la teología de la historia y de la cultura. Al primer
campo corresponden obras como «Concepción Católica de la Política», «Concepción
Católica de la Economía», «Conceptos fundamentales de Economía» y «El Poder
Destructivo de la Dialéctica Comunista», entre otros. A la filosofía y teología
de la historia y de la cultura corresponden su «De Lamennais a Maritain»,
«Crítica a la concepción de Maritain sobre la persona humana», «El comunismo en
la revolución anticristiana», «Teilhard de Chardin o la religión de la
evolución», su admirable síntesis «La Iglesia y el mundo moderno» y «De la Cábala
al Progresismo» y su inédito sobre Karla Rahner, que editaremos a la brevedad.
Esta labor, excepcionalmente
valiosa y fecunda, tuvo por base una gran disciplina de vida, que no se vio alterada
ni por las conversaciones políticas, ni por las tertulias a las que era dado,
ni por las urgencias derivadas de sus actividades pastorales. Esa disciplina no
fue sino el reflejo de su orden interior, intelectual y espiritual. El Padre
Meinvielle abordaba todos los temas con un gran rigor y una gran apertura
mental, consultaba todas las fuentes y la bibliografía nacional e internacional
sobre el autor o el problema a estudiar. De ahí no sólo la seguridad de sus
juicios doctrinales y la rotundez de sus argumentaciones, sino también su
capacidad de anticipar los desarrollos futuros de tantas confusiones
incipientes.
El
Meinvielle polemista
Apasionado por la Verdad,
Meinvielle combatió los errores modernos con todas las fuerzas de su
temperamento vigoroso. Sólo el empecinamiento en el error le hacía perder la
paciencia en las discusiones. Por eso una de las facetas más difundidas y menos
comprendidas de su personalidad ha sido el carácter polémico de buena parte de
sus escritos. La mentalidad contemporánea rehúye los planteos claros donde la
Verdad resplandece, lógica herencia de nuestro pasado liberal. Son muchos los
que hoy «no soportan la buena doctrina de la salvación», según la expresión de
San Pablo.
Consciente el Padre Julio de la
urgente restauración intelectual y moral, indispensable fundamento de todo
orden social más humano y justo, militó en todos los frentes. «Sapientia est
judicare», enseña Santo Tomás. Meinvielle juzgó con gran penetración los
errores modernos cuando éstos apenas comenzaban a ser formulados. No fue otro
su motivo para enjuiciar el naturalismo neoliberal de un Jacques Maritain, a
quien el Padre admiraba en otros aspectos. Así también enjuició severamente la
gnosis panteísta de Teilhard de Chardin, las confabulaciones de un judaísmo
carnalizado y cabalístico, las vanas utopías sobre la propiedad colectiva, el
nacionalismo marxista, el socialismo de los tercermundistas y tantos errores
más del neomodernismo progresista de Robinson, Rahner, etc.
Teólogo de
la Cristiandad
Sin entrar en detalles sobre su
elaboración doctrinal en las perspectivas antes señaladas, cabría reducir toda
su enseñanza a una tesis central: la Cristiandad. Sin lugar a dudas, Meinvielle
ha sido el mayor teólogo de la Cristiandad en lo que va del siglo XX. Era
plenamente consciente de que, sin un orden de convivencia respetuoso del derecho
natural y cristiano, la difusión del Evangelio se halla gravemente
comprometida. Por eso elaboró una teología de la historia y de la cultura sobre
el eje doctrinal del Reinado Social de Nuestro Señor.
Siempre generoso con los jóvenes,
su ejemplo y su enseñanza trascendían todo ribete personal. Él nunca quiso
discípulos «meinviellianos», con espíritu sectario e imitativo. Sólo
quiso discípulos de la Iglesia y Santo Tomás, signo del auténtico maestro.
Sepamos los más jóvenes conservar el fuego sagrado que no ha dado en herencia.
* En «Revista Cabildo», Año I, n°5, Buenos
Aires, 6 de septiembre de 1973.
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Con anterioridad hemos publicado en este blog diversos artículos del P. Meinvielle. El lector que lo desee puede encontrarlos con el buscador de la parte superior de la página.
Y para quienes quieran conocer más sobre su figura y su obra, aconsejamos el sitio https://www.juliomeinvielle.org/ a cargo del P. Dr. Arturo Ruiz, IVE. En él encontrarán notas biográficas, comentarios sobre su pensamiento y los links para descargar gratuitamente gran parte de sus escritos. ___________________
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