«La campaña de Martín Güemes» (fragmento) - Vicente D. Sierra (1893-1982)

En el bicentenario de la muerte de don Martín Miguel de Güemes...

La leyenda ha hecho de Martín Güemes un gaucho improvisado guerrillero. Mucho ha contribuido a ello el general Paz con sus memorias, en las que lo llama «simple comandante de milicias», dotado con el don de la «elocuencia de los fogones y vivaques». Bien es cierto que José María Paz nunca comprendió a los caudillos populares, y menos al propio pueblo. A lo que se debe que sus grandes dotes militares y su indiscutible hombría de bien se perdieran en intentos antipopulares y, algunas veces, antinacionales, no por premeditación, sino por incomprensión.

Martín Miguel Juan de Mata de Güemes, hijo de quien fuera comisario de guerra y ministro general de la Real Hacienda de la provincia de Salta, y de una hija del general Martín Miguel de Goyenechea, nacida en Jujuy, fue militar de carrera, la que abrazó a los catorce años sentando plaza de cadete en la compañía del regimiento fijo de Buenos Aires, destacada en Salta, el 13 de febrero de 1799. Con él pasó en 1801 a Buenos Aires y más tarde a Montevideo, actuando gloriosamente en las jornadas de la Reconquista y la Defensa, por lo que fue graduado alférez del fijo y con despacho de teniente de milicias pasó en 1808 a su ciudad natal, donde se incorporó a la guarnición local.

Producido el pronunciamiento de Mayo y con motivo del envío de la Expedición Auxiliadora, con la colaboración de amigos organizó una «partida de observación», compuesta por sesenta hombres, paisanos de Salta, a los que confió la tarea de avanzar hacia el Norte por la quebrada de Humahuaca. Así lo hizo al incorporarse a las fuerzas de la vanguardia al mando de Diego González Balcarce, siendo uno de los factores decisivos del triunfo de Suipacha. Un disgusto con aquel jefe determinó su retiro del ejército y la disolución de su división, pero la Junta, escuchando su reclamación, lo reincorporó en 23 de junio de 1811, reintegrándose en Jujuy al ejército que retrocedía después del desastre de Huaqui, al mando de Pueyrredón. Cuando Belgrano se hizo cargo de la capitanía general del Ejército del Norte, lo separó por las relaciones que mantenía con la Inguanzo, enviándolo a Buenos Aires, donde Güemes reclamó y logró en 27 de enero de 1813 ser agregado al Estado Mayor, en calidad de capitán de infantería. Después de algunos incidentes con motivo de haber sido destinado a la Banda Oriental, pidió integrar la expedición auxiliar que debía partir al Norte al mando de Alvear, la que quedó sin efecto. Al disponerse, a raíz del desastre de Ayohúma, su envío bajo el mando de San Martín, el 6 de diciembre Güemes pidió ser incorporado a ella, lo que San Martín aceptó el mismo día, y al siguiente se entregaron a Güemes los despachos de teniente coronel graduado. Como se ve, ni era un «gaucho», en el sentido peyorativo con que podía tachárselo de tal, ni era un simple comandante de milicias.

Atilio Cornejo, al historiar a este personaje, destaca la posibilidad de que en el camino de Buenos Aires a Tucumán San Martín y Güemes «hayan viajado juntos, trazando desde allí los preliminares de un vasto plan». No se trata de una opinión aventurada. La «Partida de observación» creada por Güemes en 1811 se distinguió por una estrategia de guerrillas sui generis, pero efectiva. Aquella caballería «con instintos de cosacos y cualidades de mamelucos», como dijera Mitre, era un antecedente que un hombre como San Martín tenía que tener en cuenta. Que en el curso de su viaje hablara con Güemes de ella, como de la topografía salteña, que San Martín desconocía, es lógico, como le es que el conocimiento de Güemes sobre la región, como de lo que podía hacerse en ella, le permitiera modificar en muchos puntos el planteo formulado por Dorrego. Lo que explica que ya el 28 de enero de 1814, cuando todavía no había ordenado el retiro de Dorrego de Guachipas, San Martín designara a Güemes comandante de las avanzadas del río Pasajes, mientras ponía otros puntos a las órdenes del coronel Pedro José de Saravia, de manera que la guerra de guerrillas, que constituyó un antemural imposible de pasar para el Ejército del Perú, entró en acción bajo las instrucciones y planteos formulados por San Martín.

El instrumento, el escenario, la organización, táctica y armamento de los guerrilleros han sido magistralmente expuestos por Bartolomé Mitre en su Historia de San Martín. Guerra de partidarios, los paisanos salteños, diestros jinetes, valientes por herencia y temperamento, sufridos por educación y con un conocimiento completo del terreno; ayudados por toda la población de la provincia, sin diferencias de clases, sexo y edades, desarrolló una acción militar de singular envergadura, hasta imponerse y anular a tropas aguerridas y bien dirigidas, cuyos integrantes terminaron por admirarlos. La acción desarrollada por los guerrilleros salteños tuvo su apoyo en la topografía nativa. Salta era la única ruta por donde fuerzas provenientes del Norte podían penetrar en el Tucumán, en la que Jujuy constituía la primera etapa de las invasiones, descendiendo por la quebrada de Humahuaca. Ahora bien, lo que propiamente se denomina Salta constituye un macizo de serranías, en el que se suceden valles, planicies y desfiladeros, que hacen de ella territorio ideal para una guerra irregular defensiva, pues los ejércitos atacantes no pueden maniobrar y están expuestos a sorpresas a cada vuelta de camino. Las partidas enemigas que llegaron a ocupar la ciudad de Salta tuvieron que mantenerse encerradas en ella, pues a cada intento de salir en procura de alcanzar los ricos valles del Sur, centro de los recursos en hombres, ganado y alimentos, las partidas se veían aisladas, cuando no perdidas en la selva, donde tras cada árbol se ocultaba un enemigo. Bien pudo decir el general español Valdés: «A este pueblo no lo conquistaremos nunca!».

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* En «Historia de la Argentina, T° VI – 1813-1819», Editorial Científica Argentina – Buenos Aires, 2ª edición, págs. 147-148.

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