«La Reconquista» (2ª Parte) - Ramón Doll (1896 - 1970)
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Soborno de afuera y traición adentro
Otra cosa es
si la Historia argentina se pone de pie, se recompone y se reordena la secuela
de acontecimientos. Antes y después de las invasiones inglesas, Inglaterra
procedió y procede como enemiga nuestra; y un enemigo no es nunca tan ingenuo
como para aventurarse en las filas adversarias a convencer con argumentos. Y es
que no eran los argumentos de la doctrina liberal, la belleza de la libertad, y
los beneficios de la tolerancia de cultos, lo que cautivaba precisamente a los
criollos que efectivamente hicieron que la Revolución de Mayo pudiera
interpretarse como un resultado de la influencia inglesa. Lo que pasó es que
los agentes ingleses, cada vez que hacían circular las bellas palabras de
libertad y de rotas cadenas, no se olvidaban de producir ese alegre tintinear
de las monedas de oro. Y así es Cabello, aquel peruano Cabello, primer
periodista del Río de la Plata, fundador de EL TELÉGRAFO, que es extraño no tenga una estatua,
pues fue el primer subvencionado por el Servicio Secreto inglés, como si esta
ciudad estuviera condenada desde su origen a sufrir el pasquinismo mercenario
dirigido por extranjeros. Y es Castelli, aquel jacobino Castelli, que antes de
las invasiones inglesas ya fuera secretario del aventurero Burke, agente del
Servicio Secreto inglés. Y es Mariano Moreno cuya Representación de los Hacendados fue pagada con una bonita suma de
dinero por comerciantes ingleses. Mariano Moreno inicia en la Argentina la
larga lista de abogados de la finanza inglesa que saltan a las esferas del
gobierno. Digamos para terminar, que Jorge Canning, aquel amante protector de
los países americanos que tiene su consabida estatua en el Retiro, gastó para
el Servicio Secreto inglés en el Río de la Plata la suma de 360 mil libras
esterlinas, nada más que de 1806 a 1809. Como se ve, ni antes ni ahora se
declamaba de balde; y ciertos pálidos patriotas, de ojos penetrantes, que se
conocían todas las parrafadas de la Libertad y de la Revolución, eran
insaciables y más caros que los falsificadores de documentos fotografiados de
nuestros días.
El hecho de
que la Historia oficial, influida ideológicamente por Inglaterra, no ponga en
el mismo rango el 25 de mayo con el 12 de agosto y que además diga que esta
fecha es simplemente un antecedente de aquélla, no es un asunto baladí. Hay en
esa distribución injusta de gloria una intención política evidente. Se quiere
acoplar y se acopla un grito de guerra separatista, como es el del 25 de mayo
contra España, con una ideología política determinada; y se dice que la
existencia de la patria está consustanciada con una doctrina liberal y
democrática, de modo que los argentinos no podamos ser argentinos si no somos
al mismo tiempo liberales y democráticos. Ahora bien, si el 12 de agosto
tuviera la misma categoría histórica que el 25 de mayo, los argentinos ya se
hubieran tenido que preguntar cómo era posible que el 25 de mayo hubieran
fundado una nación liberal, si justamente 4 años antes habían arrojado por la
ventana a un ejército inglés, que, entre otras cosas, traía precisamente el
liberalismo. Y al preguntarse semejante cosa hubieran empezado a dudar si
verdaderamente el nacimiento de una nación puede estar ligado a determinados
sistemas de gobierno.
Ahora bien, en
las invasiones inglesas actuó, sin duda algún, el pueblo, pueblo auténtico en
el que intervinieron hasta las mujeres con sus cacharros de aceite hirviendo
desde las azoteas. Luego quiere decir que por lo menos el pueblo rechazó en la
Argentina al invasor, ese invasor que, según la historia interesada, trajo la
semilla de la libertad. Es que el pueblo está constituido por esa masa anónima
que no tiene intereses abogadiles y hasta él no llegaba el sonido de las
talegas del Servicio Secreto inglés, de modo que el argumento de la libertad
metálica y amonedada no lo convencía. De todos modos, sabía perfectamente que
esa libertad lo era tan sólo para el puñado de mercaderes que sobornaba el alma
generosa y grande de Lord Canning.
Por último, la
glorificación integral de la Reconquista hubiera puesto de manifiesto la enorme
diferencia que iba de la colonización española y católica a la protestante.
Poco tiempo
antes de venir a Buenos Aires, Sir Home Popham había tomado la Colonia del Cabo
de Buena Esperanza, posesión holandesa, y la tomó sin mucha resistencia o
solamente con resistencia de un ejército mercenario con batallones de alemanes,
de negros y hasta de chinos. Los nativos formaron alguno que otro cuerpo
voluntario. Inmediatamente todos se pusieron a las órdenes de Inglaterra.
Aquí en Buenos
Aires creyó también que se encontraría con soldados que podía fácilmente traer
a su causa. Pero se encontró con la población arraigada, a la que España había
asimilado en carne y en espíritu. Se encontró no con una colonia o factoría
sino con una verdadera nación en germen que no podía entregarse al primer
aventurero armado que llegara a estas playas: era una población de creencias,
de costumbres, de espíritu inconfundible; y le bastó armarse para dominar a los
intrusos. Eso prueba la evidente superioridad de la colonización española,
incluso comparándola a las guerras coloniales que en Norteamérica habían
ocurrido entre los ingleses y franceses, en las cuales los colonos
norteamericanos no habían querido participar. Si las invasiones inglesas y la
defensa de Buenos Aires fueran, como deberían ser, las fechas iniciales de
nuestra emancipación, los argentinos se hubieran acostumbrado a consustanciar,
a vincular la idea de los móviles que los llevaron a resistirse a una tentativa
protestante y anglosajona, y no hubieran perdido el rumbo que les marcaban su
tradición, su fe, su linaje, todo lo cual lo habían afirmado con el hierro y el
fuego y habían hecho conciencia de esos móviles combatiendo con la soldadesca escocesa.
En Cabo de Buena Esperanza, los colonos cambiaron de amos como quien cambia de
agente consignatario en su giro comercial porque los colonizadores protestantes
no supieron crear naciones de verdad.
Hemos podido
observar qué monstruosas deformidades tienen las ideas en la Argentina oficial,
en la Argentina que puede hablar, escribir y dirigir, por lo menos. Un solo
episodio como la Reconquista acumula las más disparatadas tentativas contra la
sana lógica; piratas que nos trajeron los inmensos bienes de un ideal político,
y que desembarcaron intacta, una dama de cabellera undosa y desceñida túnica,
llamada Libertad; afirmación heroica de una voluntad de ser contra los herejes
y los extranjeros que luego se interpreta como una voluntad de ser todo lo contrario;
ocultación de hechos que sin embargo en Inglaterra no se ocultan a nadie, como
el de que las invasiones fueron una de las tantas aventuras filibusteras de
aquel país que exornan cada uno de los florones de la corona imperial de Su
Majestad Británica.
Si pueden
circular tantos absurdos sobre la fecha de hoy, nosotros no debemos concluir
que el país sufre de una fatal ceguera triplicada por una sordomudez mental a
prueba de bomba: tenemos que concluir en que hay agentes poderosos, superiores,
prepotentes, que oprimen la nacionalidad y no la dejan pensar con
espontaneidad. Tenemos que concluir que los argentinos no pueden actualmente
deliberar nada, no reordenar su pasado, ni revisar conceptos, ni menos acordar
con serenidad y libertad sobre sus conveniencias propias, hasta que esos
agentes perturbadores, ese enemigo natural, no sea removido y alejado.
Tenemos que
concluir, por fin, en que la Reconquista no terminó y hay que terminarla de una
vez, dejando para cuando la terminemos cuestiones de banderías ideológicas,
porque frente al enemigo nadie que no sea un traidor o un imbécil se pone a
hablar de formas de gobierno o de conceptos doctrinarios.
Debemos
considerarnos los argentinos en estado de guerra internacional contra una hidra
tricefálica cuyas cabezas son la masonería, el judaísmo y la finanza
internacional, y cuyo cuerpo es el Imperio Británico, sostén físico de todas
las fuerzas destructoras y corruptoras que nos precipitan a una caída vertical
sin precedentes. Si vencemos, recién entonces podremos celebrar la Reconquista.
* En «Hacia la liberación», 2ª
edición publicada en “Ramón Doll”, Biblioteca del Pensamiento Nacionalista
Argentino, T° V – Ediciones Dictio – 1975. La 1ª edición fue publicada por Ed. del
Renacimiento Argentino, Buenos Aires, 1939.
blogdeciamosayer@gmail.com
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