«A la Pura y Limpia Concepción de María» - Adriano del Valle (1895-1957)

En la Solemnidad de la Inmaculada Concepción vaya en su honor este poema que, en vigilante espera de la venida de Nuestro Señor Jesucristo, humildemente le ofrecemos...


«Ave, Virgen, que de Dios

salís sin mácula alguna

al ponerse de la Luna,

saliendo el Sol para Vos».

Anónimo. Siglo XVI.




I

Ángeles y serafines

–la adolescencia del Cielo–

tocan motetes, maitines,

entre las nubes, jardines,

que pasan aprisa, al vuelo.

¡Qué lejos María del suelo!

Va en volandas, florecida,

de estrella en estrella, erguida,

queriendo su puro anhelo

convertir la muerte en vida.


II

Inmaculada por Pura,

mejor aún, por Purísima;

azul y blanca, blanquísima,

por el Dogma de su albura.

De su virginal blancura

un azul celeste nace

que en resplandor se deshace,

transparentado en vislumbre,

y en delgadísima lumbre

que nace, muere y renace.


III

Te adoran orbes enteros,

paralelos, meridianos...

Florecen entre tus manos

abetos y limoneros.

Desde la América al Asia

matriculas en tu gracia

esquifes y balleneros.

Y africanos y esquimales

sienten tu alivio en sus males,

y tu paz en sus guerreros.


IV

Tu dolor promueve un cisma

en las sombras infernales.

Te escoltan alas plurales

de ángeles de un solo prisma.

Atraviesas la marisma

trasvolando palomares,

en andas, entre cantares,

de un Calvario a un crucifijo,

cuando el tempero, prolijo,

cuaja en flor los olivares.


V

Oropéndola, azul, blanca. . .

Himno abierto en los atriles

de salterios y añafiles,

que de tu celaje arranca.

Santa Cecilia no es manca. . .

El arpa, por Ti, doliente,

suspirar, gemir, se siente...

Inmaculada María:

armoniosa angelería

baña en música tu frente.


VI

Desde el Sol, pura y morena,

baja, sí, viva, en el viento,

con un grácil movimiento,

ya que está de Gracia llena.

¡Qué blanco y qué azul estrena

sobre una Luna encendida!

Nazarena fué su vida,

pura y limpia, aureolada;

Concepción Inmaculada

aun después de estar parida.


VII

Con luz de estrella dormida

y olor de jazmín que sueña,

con olor de flor pequeña,

te nimba la noche huida.

La mañana adormecida

te nimba con su plumaje,

y en el aire, en el ramaje,

Inmaculada María,

te nimba la algarabía

pajarera del paisaje.


VIII

Angeles y serafines

aran y siembran las nubes;

querubines y querubes

riegan nubes y jardines.

Cantan pájaros afines,

ruiseñores virtuosos,

aflautados, melodiosos;

y todo por Ti, María. . .

¡Toda la pajarería

canta en los bosques umbrosos!




IX

Vislumbres, áureos vaivenes

rompen por el aire claro,

claro de ser tan preclaro

puesto que nimba tus sienes.

María: Tú el aire tienes

por Sol y Luna tañido,

y tu cabello prendido

en cuerdas de arpas volantes,

embriagadas, delirantes,

por arrancar tu sonido.


X

Tu imagen va por el cielo,

por el mar y por el río,

por el fuego y por el frío,

como el ala va en el vuelo.

Tibio al llanto es tu pañuelo. . .

Inmaculada Pureza:

cuando tu sonrisa empieza,

todo el zodíaco se ensalma.

¡Siembras de sueños el alma

y de rosas la Tristeza!

Sevilla, 1933.


 

*En «Revista Sol y Luna», N°3, Buenos Aires – 1939, pp. 37-42.

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