Esto se acaba (fragmentos)
ENRIQUE P. OSÉS (1899-1954)

   La vejez física se apoya en un bastón para mantenerse aparentemente firme; la decrepitud de un régimen, carcomido por dentro por todas las lacras, quiere apoyarse en la juventud, para sobrevivir. Yo, ustedes, cualquiera de nosotros serviríamos de báculo a un inválido, de lazarillo a un ciego, sin preguntarles siquiera si su invalidez o su ceguera son obra del tiempo inexorable que pasa, o de sus enfermedades morales y físicas. Pero ni yo, ni ustedes ni nadie de nosotros, serviremos, consciente o inconscientemente, para apoyar, para sostener sobre nuestros hombros ágiles, sobre nuestro espíritu limpio, la decrepitud ignominiosa, la decadencia inmoral de este régimen político, de este régimen económico, de este régimen social, en el que están resumidas, contenidas, todas las angustias, todas las traiciones, todas las entregas, todas las esclavitudes de que padece la patria argentina...

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    ...No, otra vez y mil veces no. Ni sostén, ni báculo, ni apoyo, ni colaboración, ni tolerancia, ni transigencia, con este régimen, que está dando sus últimas boqueadas. Y, por lo tanto, ningún contacto, ninguna aproximación con los hombres de este régimen. Toda esta podredumbre debe concluir en la consumación total de la podredumbre. Toda esta gusanera infecta, debe concluir en el estercolero que es, e irse deglutiendo como los perros sarnosos, su propio vómito, hasta el reventón final. Toda esta ignominia, fabricada sobre la desventura de esta Patria llamada por Dios a todas las venturas, debe terminar en ese miedo cerval en que concluyen los culpables cuando ven llegada la hora suprema de la rendición de cuentas...

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   ...Hacia donde giremos la vista, en el panorama político de la Nación, no encontramos sino la disputa de los partidos electorales, por si éste, en el Poder, fue más fraudulento que lo fue el otro, cuando a su vez estaba en el Poder. No encontramos sino a los vetustos merodeadores de urnas y asaltantes de comicios repartidos entre las fracciones políticas que se conocen tan bien entre ellos que no pueden creer, naturalmente, en las palabras ni en las promesas de nadie. No encontramos sino a los ganapanes de votos, que sólo aspiran a llegar a cualquier parte, un puesto, una concejalía, una diputación, una banca del Senado, un ministerio y una presidencia, para realizar desde allí, el aprovechamiento propio, aunque para ello haya que vender la Patria en las mil y una maneras que han aprendido, a vender a la Patria...

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   ...Hoy el país está ya asfixiado por los desastres económicos. Nadie, ninguno de los hombres políticos, de cuarenta o cincuenta años a esta parte, ha procurado siquiera pensar en que no se puede vivir eternamente en Jauja. Y que el despilfarro, el latrocinio, deben concluir siempre con las más inmensas riquezas del mundo. Nadie se puso a pensar que la concentración de esas riquezas, en manos de unos pocos, debía concluir, exactamente, fatalmente, en la miseria de la mayoría. Que no se puede, eternamente, vivir de prestado, sin que el prestamista se cobre alguna vez el mil por uno de la deuda. Y he aquí que hoy estamos en eso. Que nos han despilfarrado la riqueza nacional llevándosela al extranjero para lujos de mujeres, vicios de hombres, o acciones de empresas monopolistas; que nos han hipotecado la tierra a los grandes consorcios internacionales judíos; que nos extraen todos los años 650 millones pesos para pagar los intereses de los empréstitos yanquis... Nadie, repito, en el Poder político turnante, en esta calesita democrática de años y años, tuvo, no la visión del desastre, pero ni siquiera el temor de legar a las generaciones nuevas, una Patria sin dignidad ni soberanía, a merced de pueblos de rapiña tradicional...

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   ...Los políticos tienen alma de veletas y palabras de rameras. Ignoran qué es la integridad y qué es la Patria, qué es el decoro y qué es el pueblo... La experiencia de ochenta años de servidumbre a los compromisos extraños, la experiencia de ochenta años de sumisión incondicional a todas las transacciones, nos está indicando si no tuviéramos, como tenemos, una moral incorruptible, que de la colaboración con el enemigo como el contacto con el mal, sólo pueden seguirse más daños para el país. Y más aún, ni siquiera podríamos evitar el derrumbe. Porque hay una justicia, inmanente, inexorable, contra la cual es en vano oponerse...

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   ...Queremos un Estado equitativo y fuerte, ¿cómo vamos a transigir entonces con la injusticia de este Estado y con la debilidad culpable en que yace? Queremos un gobierno de los mejores, ¿cómo vamos a pactar con este gobierno en que se han reunido los peores? Queremos reivindicar nuestra soberanía, ¿cómo vamos a realizar ninguna colaboración con quienes han hecho pedazos la soberanía argentina? Queremos una distribución de la riqueza y del trabajo que dé a cada ser social lo suyo, ¿cómo vamos a aceptar un lugar al lado de quienes han detentado todo para ellos? Queremos la restitución a la Patria de su poderío económico, de su grandeza espiritual, de su rol monitor y conductor del continente americano, ¿cómo vamos a llegar jamás a una tratativa apenas con quienes han hecho en su infame vida de vendepatrias, exactamente todo lo contrario. No, y mil veces no...

* Discurso pronunciado en Rafaela, Prov. de Santa Fe el 16 de marzo de 1941. Editado en «Cuadernos Nacionalistas», en «Talleres Gráficos La Mazorca», Buenos Aires.

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