«Presentación del Homenaje a Ricardo Curutchet» - P. Leonardo Castellani (1899-1981)

Por gentileza de nuestro querido amigo Ricardo S. Curutchet, hijo del homenajeado, hemos tomado conocimiento de la presentación que aquí publicamos, y cuyo texto posee en manuscrito original. Con su beneplácito pues, reproducimos aquí este valiosísimo y quizás desconocido texto del P. Castellani.

El hacer banquetes es la forma más civilizada que hay de hacer política; lástima que ahora ya no es eficaz. En otros tiempos fue eficaz; pero entonces los banquetes se daban en la Cámara de Comercio Británica. Pueser que se volviera eficaz si los changos que han organizado este banquete y otros (y se han revelado buenos organizadores) siguieran haciendo homenajes, que al fin no les cuestan dinero (que tampoco tienen) en honor de todas las cabezas de los grupos nacionalistas «aunque entre sí sean contrarias» –como dice San Ignacio de Loyola en sus Reglas; pueser que deso saliera algo práctico. Como yo vivo en las nubes, no sé si lo que insinúo aquí es disparate o es imposible en la realidad de las cosas. Lo que es positivo es: un homenaje a Ricardo Curutchet es una gloriosa idea.

A mí me parece que Ricardo Curutchet es un santo del nacionalismo; no el único. Esta palabra «santo» está hoy día muy manida, pues un diario de la tarde ha llamado a Julio Sosa «el santo del tango»; y otro ha observado no sin razón que el pueblo (es decir la plebe porteña) ha mostrado en la muerte del Segundo Gardel uruguayo tanto entusiasmo, conmoción y reverencia como en tiempos pasados el pueblo mostraba a la muerte de los Santos. Pero yo uso la palabra «santo» en el sentido en que dijo San Pedro: «Vosotros sois estirpe noble, sacerdocio regio, gente santa».

¿Qué milagros hizo Ricardo Curutchet? Bueno, no ha convertido el vino en agua ni la carne en pescado, milagros que hacen cada día los políticos argentinos; ni el petróleo en negociados y tema de discusiones estúpidas, seguidas de la impunidad para toda la cáfila: «perdono a tutti». Pero ha hecho un milagro callado, como es propio de nuestros tiempos, que no sé bien cómo describir, pero allá va: ha puesto su pluma de periodista independiente al servicio de una causa perdida y eterna, la Reconquista y Defensa de Buenos Aires desde la calle Charcas, con infinita modestia, notabilísimo coraje y absoluto desinterés; su pluma llena de agudeza, donaire y perspicacia. De casta le viene al galgo el ser rabilargo; y el que lo hereda no lo hurta; pues Ricardo Curutchet desciende en línea directa de Cornelio Saavedra, y tiene en la sangre el fragor lejano de la victoria de una aldea española medio desarmada, contra dos expediciones piratescas de la potencia mayor del mundo.

Para mí, eso es de un mérito extremado. Hay por el medio del Río de la Plata una correntada turbia que se llama «los negocios»; y todo el que quiera hacerse rico o vivir sin riesgos tiene que entrarse en ella; para lo cual tiene que resignar o vender algunas cosas que no se ven ni se cotizan y no las sabe sino el que las tiene: sabe en el sentido de sapere, sentir el sabor. Ricardo Curutchet no sólo dejó de entrar en la correntada sino que remó tranquilamente contra ella con la mayor naturalidad, como que eso en él es natural: buena sangre nunca miente. Es un varón que tiene arraigo, que tiene solera; y sobre ese cimiento ha edificado una heroica honradez.

Defendió una causa perdida pero eterna; es decir, que no es perdida para siempre o puede un día dejar de serlo: el nacionalismo verdadero. El nacionalismo verdadero se define: «el patriotismo en un país económicamente mediatizado y lastimado en sus esencias morales»; o sea, la «conciencia dolorosa activa». Este nacionalismo no está derrotado. Par verlo les ruego atiendan a esta breve consideración:

El «atraso» de la Argentina (que en su esencia es DESORDEN) es innegable. No hay que buscarle causas remotas, como la raza, la religión o el clima: la causa es completamente visible y concreta, y tiene un nombre: se llama Caseros. Ese nombre traducido al castellano antiguo, también es muy concreto: se llama traición a la patria; y consiguiente dominio del país por los traidores y su descendencia, o carnal o ideológica; que ya duró demasiado.

Cualquiera sea el miramiento que uno debe tener con las personas, las cosas en sí no se pueden tergiversar; las cosas son lo que son. Ud. le puede hacer una estatua a Judas si quiere; pero Judas, en bronce o en carne y hueso, sigue siendo Judas.

La descendencia ideológica de Judas ha durado demasiado. Evidentemente no podía haber durado sin una cama, campo o cepa, en la cual se injertó; y de donde brotó. Eso es todo: la Argentina, como concluye Ernesto Palacio en su excelente historia, ha sido un país desgraciado: no desgraciado en el sentido de tarado o ruin, sino de quien ha sufrido una desgracia y sus consecuencias; esa desgracia es reparable. Dirán que no es reparable, porque ya ha durado demasiado. Pero las quiebras morales, como la traición o el desmadre, siempre acarrean consigo muchas consecuencias dolorosas, que se llaman ESCARMIENTO; y el escarmiento tiende a borrar el ánimo criminal o a debilitarlo. En cuanto a la cama o campo de la traición se llama liberalismo; está hoy debilitado. Si quieren constatar esto que brutalmente digo pueden leer el libro reciente de Kölliker Frers «Política económica argentina»; el primer capítulo basta. La política liberal, impuesta por Inglaterra en provecho propio, fue el campo de la traición a los intereses nacionales. Esta traición no fue consciente en muchos de nuestros pseudo próceres liberales; pero no fue consciente, por falta de sesos, o falta de buena formación intelectual. Merecen disculpa quizás, pero no merecen honores.

El liberalismo está hoy debilitado. Nuestra lucha no es pues desesperada.

De manera pues (y a eso voy) que podemos hoy hablar al revés de San Pablo, el cual decía: «nuestra lucha no es contra cosas terrenas sino contra todos los diablos...»; y nosotros podemos decir al revés: «Nuestra lucha no es contra duendes, demonios dioses, sino contra cosas terrenas». ¿Que esas cosas terrenas están fortísimas ahora? No lo sé: Illia, Perette, Ghioldi, Aramburu, no me parecen fortísimos; aunque las fuerzas que desde atrás los mueven puedan serlo. Sea como fuere, no hay más remedio, porque mejor es morir que vivir en desorden y vergüenza «Melior est mors quam vita amara». Mejor es la muerte que una vida abyecta.

Dirán que para hablar de la muerte, yo estoy bastante lejos deso... Ahora sí; pero en un momento dado ya pasado, anduve bastante cerca de la muerte; y muerte perruna. Pero ¿eso fue por nacionalista? Fue por ser quien soy, incluido el nacionalismo. Dios me libró y me regaló otro largo trozo de vida. Estoy obligado a gastarlo bien.

Daré a Ricardo Curutchet mi último libro -«Juan XXIII (XXIV)»-, el cual está aquí por fin, y le va a gustar. También le he dedicado unos versos que van a ser impresos, o mejor dicho, ya lo están, aquí en el revés de estas cuartillas.

* En el Homenaje a Ricardo Curutchet, llevado a cabo el 3 de diciembre de 1964 en el Salón Comedor de la Estación Retiro.

Quien lo desee puede descargar algunas fotos de este homenaje AQUÍ

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