«Carta a Monseñor Jalabert, Obispo de Senegambia, Dakar» - Ernesto Psichari (1883-1914)

«En los seis años que conozco a los musulmanes de África, me he dado cuenta de la locura de ciertos modernos que quieren separar a la raza francesa de la religión que la ha hecho lo que ella es, y de la que proviene toda su grandeza».

1912

Monseñor

Permita a un miembro de la Iglesia de Oriente enviarle su modesta ofrenda para la construcción de la catedral de Dakar. Como hombre, profundamente convencido de lo grande y noble de su misión, y también como colonial, hago votos ardientes porque esa catedral se alce pronto, grande y hermosa, en nuestra capital africana.

En los seis años que conozco a los musulmanes de África, me he dado cuenta de la locura de ciertos modernos que quieren separar a la raza francesa de la religión que la ha hecho lo que ella es, y de la que proviene toda su grandeza. Junto a gente tan inclinada a la meditación metafísica como los musulmanes del Sahara, ese error puede tener funestas consecuencias. He adquirido aquí la convicción de que no pareceremos grandes ante ellos sino en la medida en que conozcan la grandeza de nuestra religión. No nos impondremos a ellos sino en la medida en que el poder de nuestra fe se imponga a sus miradas. Es cierto que no tenemos las almas de los cruzados, y no es el pensamiento de ir a combatir a un infiel lo que va a regocijar a un oficial designado para Tchad o el Adrar. Pero he visto camaradas que, en las conversaciones con los moros, se reían de las cosas divinas y hacían profesión de ateísmo. No se daban cuenta hasta qué punto perjudicaban a nuestra causa y hasta qué punto, al rebajar su religión, rebajaban su propia raza. Porque para el moro Francia y la Cristiandad no son más que una sola cosa. ¿No nos llaman acaso «nazarenos» más que «franceses»? Y es extraño que sean ellos quienes, en ese punto, vengan a ilustrarnos y a darnos a nosotros mismos una lección.

Ignoro el número de musulmanes que ha convertido el venerable e ilustre padre Foucauld en el Sahara septentrional[1]; pero estoy seguro de que ha hecho más para asegurar nuestra dominación en esas regiones que todos nuestros administradores civiles y militares. Sería un hermoso sueño pretender que todos los oficiales saharenses tuvieran almas de misioneros. Pero haremos política francesa el día en que respetuosos de las tradiciones de los bereberes, nos conservemos fervientes en las nuestras; el día, en fin, en que los musulmanes vean en Saint Louis y en Dakar, cuando allí vayan, la belleza de nuestros templos y la cantidad de fieles que van a ellos.

Henri Bordeaux se indigna a justo título de que Saint Louis tenga su mezquita y Dakar no tenga su catedral. Es ése un dolor para los creyentes, pero es sobre todo –y es esto lo que importa desde el punto de vista de nuestra política indígena– una verdadera decadencia de nuestra raza.

Pasando últimamente por Port Etienne, mostraba a uno de mis moros las magníficas instalaciones que allí tenemos. «Ves, le decía, los moros son locos queriendo resistir a hombres tan poderosos como los franceses». Quedó un momento silencioso y me dijo esta frase inaudita: «Sí, ustedes poseen el reino de la tierra, pero nosotros poseemos el reino del cielo». Esa es una idea que los moros no debían tener y somos un poco nosotros quienes se la hemos dado... Reparemos eso enviando nuestras ofrendas, modestas pero fervientes, para la futura catedral.

Reciba monseñor, mis más humildes respetos.

Ernesto Psichari

* En «Cartas del Centurión», Editorial Sapientia – Buenos Aires 1946.


[1] Respecto de las conversiones realizadas por San Carlos de Focauld en su misión en el Sahara, hemos publicado en este blog una carta suya que puede verse AQUÍ.

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