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Mostrando las entradas de abril, 2020

«Rosas y los intelectuales» - Julio Irazusta (1899-1982)

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   Me veo en la dura necesidad de polemizar con el autor de la  Defensa y pérdida de nuestra soberanía económica , cuyo talento aprecio demasiado para dejar pasar sin protesta lo que creo un traspié suyo. Debo hacerle pues una gran querella. Sobre lo que juzga «el más grave error de Rosas», en un juicio sobre su política con los intelectuales, que yo considero «el más grave error de José María Rosa (hijo)».   No lo hago porque considere impío hablar de los errores de don Juan Manuel.    Nosotros los revisionistas no procedemos con el fetichismo de la escuela académica, que tiene a sus héroes por santos, y de un santoral no susceptible de aumento; que da por terminadas las canonizaciones con las que ella ha realizado. No. La historia es para nosotros una materia en perpetua revisión, cuyos juicios se renuevan constantemente, a impulso de los descubrimientos documentales, la evolución política y la reflexión filosófica. Y quienes la hicieron no son para nosotros susceptibles de c

«El Huésped» - Charles Peguy (1873-1914)

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Comprendo muy bien, dijo Dios, que uno haga su examen de conciencia. Es un ejercicio excelente. No debemos abusar de él. Hasta se lo recomienda. Está muy bien. Todo lo que está recomendado está muy bien. Y no sólo se recomienda. Se prescribe. En consecuencia, está muy bien. Pero, al fin, estáis en vuestro lecho. ¿Qué es lo que llamáis vuestro examen de conciencia, hacer vuestro examen de conciencia? Si es pensar en todas las necedades que hicisteis durante el día, si es recordar todas las necedades que hicisteis durante el día, Con un sentimiento de arrepentimiento y no diré tal vez de contrición, Pero que me ofrecéis con un sentimiento de penitencia, está bien. Acepto vuestra penitencia. Sois buena gente, sois buenos muchachos. Pero si lo que queréis es repetir hasta la saciedad, rumiar durante la noche todas las ingratitudes del día, Todas las fiebres y amarguras del día, Y si queréis dar vueltas y más vueltas en la noche a todos vuestros agrios pecados d

«Y al tercer día resucitó de entre los muertos» - Santo Tomás de Aquino (1225-1274)

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Con la presente publicación, «Decíamos Ayer...» desea a todos sus lectores unas muy felices y santas Pascuas de Resurrección. Vemos en la Escritura que muchos resucitaron de entre los muertos, como por ejemplo Lázaro, el hijo de la viuda, la hija del jefe de la sinagoga. Pero, la Resurrección de Cristo difiere de la resurrección de éstos y de otros en CUATRO COSAS . P RIMERO , en cuanto a la causa de la resurrección. En efecto, los otros resucitados no resucitaron por su propia virtud sino por el poder de Cristo o por las oraciones de algún santo; en cambio Cristo resucitó por su propia virtud, ya que no sólo era hombre sino también Dios, y la Divinidad del Verbo nunca quedó separada ni de su alma ni de su cuerpo, por lo cual, cuando quiso, el cuerpo recobró el alma, y el alma recobró el cuerpo. Cristo dijo de sí mismo: Tengo poder para dar mi alma, y tengo poder para retomarla de nuevo (Jo. 10,18). Y si bien es cierto que Cristo murió, ello no fue por debilidad ni por nec

«Exaltación de la Cruz» - Santiago de Estrada (1908-1985)

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¡Por tu Cruz, Señor, redimiste al Mundo! ¡Recibid, pues, nuestras alabanzas ahora que vemos cernirse el Santo Signo sobre el haz de la Tierra! Porque pronto caerá el velo del Tiempo, y el Signo de la Cruz brillará en el Cielo. Ya su sombra se proyecta sobre nuestras pobres cabezas de barro. ¡La dulce Sombra que protege a la Santa Iglesia! ¡La terrible Sombra en que se debate la humanidad deicida! Esa misma Sombra que un día será disipada por los fulgores del Signo, cuando los justos reciban la gracia de la Visión y los réprobos queden sumidos en las más espesas tinieblas. Como la Cruz, Signo de contradicción (madero infamante y cetro real, vara de Justicia y tabla de Salvación), así tu Sombra. Sobre el sacrilegio florece el Martirio; sobre el pillaje, la santa Paciencia; sobre el odio y el crimen, la Resignación, y sobre los siete pecados capitales, en que aún hoy se pretende asentar la torre inconclusa de Babel, triunfan la Fe, la Esperanza y la Caridad. ¡Sombra de

«El lavatorio de los pies» - Giovanni Papini (1881-1956)

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   En vísperas de ser arrancado de entre aquellos a quienes ama, quiere dar una prueba suprema de su amor. Siempre los amó, desde que viven con Él, a todos, también a Judas; siempre los amó con un amor que aventaja a todo otro amor, con un amor tan sobreabundante que, a veces, no fueron capaces de contenerlo en sus corazones pequeños: ¡tan grande era! Mas ahora, cuando está por dejarlos, y no estará con ellos otra vez sino divinizado por la muerte, todo el afecto no manifestado aún con palabras se deshace en un desborde de triste ternura.    En esta cena en la cual ocupa el puesto de jefe de la familia, quiere Jesús ser para sus amigos más benigno que un padre y más humilde que un criado. Es Rey; y descenderá al oficio de los esclavos. Es Maestro; y se pondrá por debajo de los Discípulos. Es Hijo de Dios; y aceptará el papel de los más despreciados entre los hombres. Es el primero; y se arrodillará ante los inferiores como si fuera el último. ¡Tantas veces ha dicho a ellos, sobe

«Entrada en Jerusalén» - Mons. Fulton J. Sheen (1895-1979)

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   Era el mes de nisán. El libro del Éxodo ordenaba que en este mes se escogiera el cordero pascual y que dentro de cuatro días se llevara al lugar donde había de ser sacrificado. En el domingo de Ramos, el cordero era elegido por el pueblo de Jerusalén; el día de viernes santo se le sacrificaba.    El Señor pasó su último sábado en Betania, en compañía de Lázaro y sus hermanas. Ahora circulaba la noticia de que nuestro Señor se dirigía a Jerusalén. Como preparación para su entrada, Jesús envió a dos de sus discípulos a una aldea cercana, donde, les dijo, encontrarían un pollino atado en el que ningún hombre se había sentado todavía. Tenían que desatarlo y traérselo a Él. Y si alguien os preguntare: ¿Por qué le desatáis? Diréis así: Porque el Señor lo ha menester. Lc 19, 31    Quizá no se ha escrito nunca una paradoja tan grande como ésta: por un lado, la soberanía del Señor, y por la otra, su necesidad. Esta combinación de divinidad y dependencia, de posesión y pobreza, era c