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Mostrando las entradas de noviembre, 2018

Declaración
GUSTAVO MARTÍNEZ ZUVIRÍA (HUGO WAST) (1883-1962)

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Ya nos damos cuenta de que este nuevo libro puede resultarnos, como varios de los anteriores, una nueva aventura. Confiamos en salir de ella sin ofensa para nadie y con la bendición de Dios, que no nos ha faltado nunca. Efectivamente, nuestro papel no tiene «buena prensa», tal vez desde los tiempos en que se concedió a Desierto de Piedra (1926) el primer premio de la literatura nacional, lastimando con ello a los de la cáscara amarga, que esperaban ver premiado a cualquier otro de pura estirpe liberal. Nuestra culpa vino a agravarse en 1943 cuando, siendo Ministro de Justicia e Instrucción Pública, dispusimos que se enseñara la religión católica en las escuelas públicas y colegios nacionales, acabando con aquella degollación de inocentes, que era la enseñanza atea, que llaman laica. La enseñanza religiosa había existido hasta 1880, pero se abolió después de largo y tormentoso debate, en que los representantes católicos en el Parlamento fueron derrotados. Su restablecimi

La intervención Anglofrancesa y la Guerra de Obligado (fragmento)
ADOLFO SALDÍAS (1849-1914)

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En un nuevo aniversario del glorioso Combate de la Vuelta de Obligado y en el día de la Soberanía Nacional, «Decíamos ayer...» publica un fragmento de la narración de la batalla que en su magnífica obra realiza Saldías, y ofrece tanto el texto completo del esclarecedor capítulo respectivo como una reseña de la apasionante vida del general Lucio Norberto Mansilla, que figura como nota en el aludido capítulo, todo lo cual el lector interesado podrá descargar al pie de la página en sendos archivos. Más allá de la altura de San Pedro, costa norte de Buenos Aires, el río Paraná forma un recodo que prolonga una curva en la tierra, cuya extremidad saliente se conoce por la Punta o Vuelta de Obligado . La punta en sí es un barranco levantado en sus costados y ondulado en el centro hasta descender suavemente al río. A esa altura el Paraná tiene cerca de 700 metros de ancho; y por ahí debían necesariamente pasar las escuadras de Gran Bretaña y Francia para llegar a Corrientes. En ese

Zumalacárregui
CHARLES FREDERICK HENNINGSEN (1815-1877)

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Tomás de Zumalacárregui [1] , como la mayoría de los hombres de temperamento ardiente, tenía el defecto de ser rápido y precipitado, y en su apasionamiento fue con frecuencia culpable de actos de los que (aunque, en medio de todo no eran más que severa y estricta justicia), hubiera sido   incapaz a sangre fría. Más de un oficial del ejército carlista debe su ascenso a haber sido reprendido por él en alguna ocasión en términos que él mismo reconocía que eran demasiado ásperos, una vez pasada su cólera. Yo creo que él (en cuanto es posible juzgar del carácter de un hombre durante un año de observación y trato) ha estado tan libre de toda ambición de engrandecimiento personal como lo estaba de amor al dinero. Entregado por completo a la causa que había adoptado, no pensaba ni soñaba sino en ella; y creo que desde que se encargó de mejorar la suerte precaria del partido realista, hasta el momento en que murió, en medio de sus triunfos, el único móvil fue ser testigo del éxito triunf

Vuelo nocturno (fragmento)
ANTOINE DE SAINT-EXUPÉRY (1900-1944)

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I L as colinas, bajo el avión, cavaban ya su surco de sombra en el oro del atardecer. Las llanuras tornábanse luminosas, pero de una luz inagotable: en este país no cesaban de exhalar su oro, como, terminado el invierno, no cesaban de entregar su nieve. Y el piloto Fabien que, del extremo Sur, conducía a Buenos Aires el correo de Patagonia, conocía la proximidad de la noche por las mismas señales que las aguas de un puerto: por ese sosiego, por esas ligeras arrugas que dibujaban apenas los tranquilos celajes. Penetraba en una rada, inmensa y feliz. También hubiera podido creer que, en aquella quietud, se paseaba lentamente casi cual un pastor. Los pastores de Patagonia andan, sin apresurarse, de uno a otro rebaño; él andaba de una a otra ciudad, era el pastor de los villorrios. Cada dos horas, encontraba algunos de ellos que se acercaban a beber en el ribazo de un río o que pacían en la llanura. A veces, después de cien kilómetros de estepas más deshabitadas que el m