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Mostrando las entradas de junio, 2018

La victoria de Damieta
HENRY BORDEAUX (1870-1963)

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   La flota de los cruzados empezó a reunirse desde principios de marzo (1249) ante el puerto de Limassol. San Luis esperaba levar anclas en el primer día bueno. El mal tiempo iba a retrasarlo todavía.    ¿Cómo calcular su ejército? Los cronistas árabes lo han estimado en 50.000 combatientes, lo que es excesivo. Sus exageraciones a la moda oriental estaban destinadas, con toda evidencia, a sobreestimar el papel de sus propias tropas. El cálculo más riguroso, el de Mas-Latrie en su Historia de Chipre , propone 25.000 hombres de Francia, más los contingentes suministrados por los francos de Siria, de Chipre, de Morea, por los italianos y un pequeño número de ingleses. Las fuerzas del Oriente latino comprendían, en efecto, la caballería franca de Siria con Juan de Ibelin, conde de Jaffa; la caballería chipriota con el rey Enrique I de Lusiñan, la caballería de Morea con el príncipe Guillermo de Villehardouin, y las grandes Órdenes militares del Templo y del Hospital. Otros cálculos

Profecía del César Carlos V, o el pacto de París con el Demonio
EUGENIO MONTES (1900-1982)

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Diecisiete de abril de 1536, y en Roma. Día más grande la cristiandad no lo ha vivido. Por la ancha plaza de San Pedro cruza un cortejo de hidalgos. En medio, y vestido de luto, a la moda española, el César Carlos V. La noche anterior la había pasado el César sin dormir, pesando en balanzas sutiles y profundas la responsabilidad y alcance de su gesto. Un año antes, marineros de España interceptarán una carta gravísima: aquella en que Francisco I prevenía a Barbarroja del ataque de nuestras tropas a la Goleta. Cuando Carlos lo supo se resistió, caballeresco, a creerlo. ¿Es posible?, se dijo. ¿Es posible que Francia haya caído tanto? ¿Puede el país que en tiempo dio cruzados aliarse con el enemigo común, pactar con el demonio? La ira del Señor -se escribe en la Escritura- es lenta. La ira de su leal escudero sabe también de lentitud e incertidumbres. Por eso la luz turbia del alba le sorprende este 17 de abril insomne. Insomne sí, aunque ya decidido. Vamos a comulgar, le dice a lo

Las primeras armas (fragmento)
CARLOS IBARGUREN (1877-1956)

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Entre los muchachos más chicos que se presentaron a Liniers y se alistaron en su ejército, iba, con varios de sus camaradas, el niño de trece años Juan Manuel Ortiz de Rosas. Liniers, que era muy amigo de don León y de doña Agustina (sus padres), le destinó a servir un cañón, con la misión de conducir cartuchos. A esos niños, entre los que figuraba Juan Manuel, se refería el Cabildo de Buenos Aires, al dar cuenta al Rey de la reconquista de la ciudad, acaecida el 12 de agosto de 1806, en los siguientes términos : «Viéronse niños de ocho y diez años ocurrir al auxilio de nuestra artillería, y asidos de los cañones hacerlos volar hasta presentarse con ellos en medio de fuegos; desgarrar más de una vez la misma ropa que los cubría, para prestar lo necesario al pronto fuego del cañón; correr intrépidos al alcance de los reconquistadores, y estimando en nada su edad preciosa desafían las balas enemigas, sin que los turbase la pérdida de otros compañeros, a quienes tocó la suerte de s

Donde se cuenta lo que le sucedió a don Quijote yendo a ver a su señora Dulcinea del Toboso
MIGUEL de CERVANTES SAAVEDRA (1547-1616)

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[...] Eso me parece, Sancho -dijo don Quijote-, a lo que sucedió a un famoso poeta destos tiempos, el cual, habiendo hecho una maliciosa sátira contra todas las damas cortesanas [1] , no puso ni nombró en ella a una dama que se podía dudar si lo era o no; la cual, viendo que no estaba en la lista de las demás, se quejó al poeta diciéndole que qué había visto en ella para no ponerla en el número de las otras, y que alargase la sátira, y la pusiese en el ensanche; si no, que mirase para lo que había nacido. Hízolo así el poeta, y púsola cual no digan dueñas [2] , y ella quedó satisfecha por verse con fama, aunque infame. También viene con esto lo que cuentan de aquel pastor que puso fuego y abrasó el templo famoso de Diana, contado por una de las siete maravillas del mundo, sólo porque quedase vivo su nombre en los siglos venideros; y aunque se mandó que nadie le nombrase, ni hiciese por palabra o por escrito mención de su nombre, porque no consiguiese el fin de su deseo, todavía

«Mi embrión tus ojos lo veían» (Sal 138, 16): el delito abominable del aborto
SAN JUAN PABLO II (1920-2005)

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[...] 58. Entre todos los delitos que el hombre puede cometer contra la vida, el aborto procurado presenta características que lo hacen particularmente grave e ignominioso. El Concilio Vaticano II lo define, junto con el infanticidio, como «crímenes nefandos». 54 Hoy, sin embargo, la percepción de su gravedad se ha ido debilitando progresivamente en la conciencia de muchos. La aceptación del aborto en la mentalidad, en las costumbres y en la misma ley es señal evidente de una peligrosísima crisis del sentido moral, que es cada vez más incapaz de distinguir entre el bien y el mal, incluso cuando está en juego el derecho fundamental a la vida. Ante una situación tan grave, se requiere más que nunca el valor de mirar de frente a la verdad y de  llamar a las cosas por su nombre,  sin ceder a compromisos de conveniencia o a la tentación de autoengaño. A este propósito resuena categórico el reproche del Profeta: «¡Ay, los que llaman al mal bien, y al bien mal!; que dan oscuridad por luz

Declaración sobre el aborto (fragmento)
CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE (1974)

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Ante la probable liberación legal en la Argentina del abominable crimen del aborto, “Decíamos ayer...” publica esta esclarecedora “Declaración”, y recomienda vivamente su íntegra lectura, para lo cual se puede descargar, al pie de la página, el archivo respectivo. I. INTRODUCCIÓN 1. El problema del aborto provocado y de su eventual liberalización legal ha llegado a ser en casi todas partes tema de discusiones apasionadas. Estos debates serían menos graves si no se tratase de la vida humana, valor primordial que es necesario proteger y promover. Todo el mundo lo comprende, por más que algunos buscan razones para servir a este objetivo, aun contra toda evidencia, incluso por medio del mismo aborto. En efecto, no puede menos de causar extrañeza el ver cómo crecen a la vez la protesta indiscriminada contra la pena de muerte, contra toda forma de guerra, y la reivindicación de liberalizar el aborto, bien sea enteramente, bien por “indicaciones” cada vez más numerosas. La Iglesia ti