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Mostrando las entradas de marzo, 2022

«Una ciudad en estado de gracia» - Gustavo Martínez Zuviría (Hugo Wast) (1883-1962)

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En el sexagésimo aniversario de la muerte de este insigne escritor argentino, vaya en su homenaje y recuerdo este inolvidable discurso suyo. Discurso pronunciado en el Teatro Colón, en presencia del Cardenal Pacelli, Legado  a Latere   de S. S., del Presidente de la Nación, de los Cardenales Cerejeira, Hlong, Verdier, Leme; del primado de España, actual Cardenal Gomá y Tomás; del Primado de la Argentina, actual Cardenal Copello, en la brillante asamblea de la inolvidable noche del 12 de octubre de 1934. No os sorprenda, señores, mi emoción al usar de la palabra en este momento y en presencia de tan ilustre concurso. He vacilado mucho al entrar, os lo confieso, pero he recordado la hermosa oración de Esther, antes de llegar a la presencia del rey Asuero, y la he repetido mentalmente: «Acordaos de mí, Señor, vos que domináis todo poder. Poned en mi boca lo que debo decir, a fin de que mis palabras sean agradables al príncipe». Eminentísimo Señor, que representáis con incomparable maj

«La Anunciación» - Ana Catalina Emmerick (1774 - 1824)

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En las vísperas de la Solemnidad de la Encarnación del Verbo de Dios...   La Sabiduría edificó su casa y levantó sus siete pilares. ¿Quién dará a entender el poder de Dios? Como grano de polvo en la balanza es el universo entero a sus ojos, y sin embargo eligió habitar en la más pequeña de las almas e hizo de ella tabernáculo para el Sol que viene de lo alto. El hombre buscó en vano un punto de apoyo para mover la tierra. Dios se apoyó en María para darnos nuevos cielos y nueva tierra en Aquel que es capaz de hacer nuevas todas las cosas. ¡Feliz la que en su simplicidad creyó que la simplicidad de Dios todo lo puede! En la plenitud de los tiempos, su fiat los reduce todos a un instante que se abandona confiado en las manos del Padre. Su obediencia impone ley al mar de la soberbia humana y le fija límite infranqueable diciéndole: «Hasta aquí llegarás, no más allá». Ana Catalina Emmerich, mística alemana del pasado siglo, escribió una «Vida de María» de la que hemos tomado estas pági

«¡Hacéte duro muchacho!» - Ricardo Güiraldes (1886-1927)

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En la pampa las impresiones son rápidas, espasmódicas, para luego borrarse en la amplitud del ambiente, sin dejar huella. Así fue como todos los rostros volvieron a ser impasibles, y así fue también, como olvidé mi reciente fracaso sin guardar sus naturales sinsabores. El callejón era semejante al callejón anterior, el cielo permanecía tenazmente azul, el aire aunque un poco más caluroso olía del mismo modo y el tranco de mi petiso era apenas un poco más vivaracho. La novillada marchaba bien. Las tropillas que iban delante llamaban siempre con sus cencerros claros. Los balidos de la madrugada habían cesado. El traqueteo de las pezuñas, en cambio, parecía más numeroso y el polvo alzado por millares de patas iba tornándose más denso y blanco. Animales y gente se movían como captados por una idea fija: caminar, caminar, caminar. A veces un novillo se atardaba mordisqueando el pasto del callejón, y había que hacerle una atropellada. Influido por el colectivo balanceo de aquella marcha, me

«Vocación sacerdotal» - Ronald A. Knox (1888-1957)

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Dios sabe lo que vas a hacer, pero, ¿es eso lo que Dios quiere que hagas? No necesariamente. Eso puede ser la voluntad de Dios sólo en el sentido de que permite que suceda, ya que no todo lo que los hombres hacen es querido por Dios. Nuestro Señor mismo escogió doce Apóstoles y, sin embargo, uno de ellos, Judas Iscariote, le traicionó. El Señor sabía lo que iba a suceder; sabía que robaba dinero de la bolsa común, sabía que le iba a vender por treinta monedas de plata y, a pesar de todo, le escogió. No le eligió para que fuese un traidor; le eligió para que fuera santo, como los demás, para llevar el nombre de Cristo a los gentiles y ser testigo suyo ante los gobernadores y los reyes, para ganar la corona del martirio tal vez. Pero no le quitó la libertad. Y es que Dios tiene un plan para cada uno de nosotros y, al mismo tiempo, sabe hasta qué punto lo realizaremos o no haciendo uso de nuestra libertad. Nuestra felicidad depende del cuidado con que seamos capaces de llevar a cabo es

«La Ceniza» - Romano Guardini (1885-1968)

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Hoy, 1 de marzo, «Decíamos ayer...» cumple cuatro años de existencia. Agradecemos pues a todos sus lectores y amigos que durante este tiempo han apoyado y alentado su continuidad. Y en las vísperas de un nuevo tiempo de Cuaresma, reproducimos este pequeño pensamiento que –propicio para la ocasión– nos ayudará a meditar en la caducidad de la vida terrena. Habrás visto en la vera del bosque una planta herbácea, la «espuela de caballero», de hojas verdinegras caprichosamente redondeadas, tallo erguido, flexible y consistente; flor como recortada en seda y de un fúlgido azul perlino, que llena el ambiente. Pues si un transeúnte la cortara y, cansado de ella, la arrojara al fuego..., en un abrir y cerrar de ojos toda aquella gala refulgente se reduciría a un hilillo de ceniza gris. Lo que el fuego aquí en breves instantes, lo hace de continuo el tiempo con todos los seres vivientes: con el gracioso helecho, y el altivo gordolobo, y el pujante y vigoroso roble. Así con la leve mariposa,