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Mostrando las entradas de agosto, 2019

La niebla
RAFAEL GAMBRA (1920-2004)

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   En alguna ocasión he escrito que la decisión de un católico ante los tristes avatares de la hora presente debe ser la de «mantener la fe y la esperanza, la de transmitirla íntegra a nuestros hijos cueste lo que cueste, aún a riesgo del aislamiento y de la soledad, de la incomprensión o de la persecución psicológica o sangrienta».    Parece que este designio se orienta al mantenimiento de la fe –bien supremo del hombre en esta vida–, y que a él ha de sacrificarse, si preciso fuere, la vida misma de nuestros hijos, que quizá sufrirán –en grado superior a nosotros mismos– el aislamiento o las torturas «psicológicas» y aun físicas del futuro «universo tecnificado». Quiero ahora aclarar que esa decisión frente al gran derrumbamiento de la fe, de la moral y de las costumbres a que asistimos, si ha de tomarse primordialmente por la salvación de la fe, habría que adoptarse igualmente si sólo se tratase del bien personal de nuestros hijos. Es decir, que a pesar de esos riesgos a que pod

Esto se acaba (fragmentos)
ENRIQUE P. OSÉS (1899-1954)

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   La vejez física se apoya en un bastón para mantenerse aparentemente firme; la decrepitud de un régimen, carcomido por dentro por todas las lacras, quiere apoyarse en la juventud, para sobrevivir. Yo, ustedes, cualquiera de nosotros serviríamos de báculo a un inválido, de lazarillo a un ciego, sin preguntarles siquiera si su invalidez o su ceguera son obra del tiempo inexorable que pasa, o de sus enfermedades morales y físicas. Pero ni yo, ni ustedes ni nadie de nosotros, serviremos, consciente o inconscientemente, para apoyar, para sostener sobre nuestros hombros ágiles, sobre nuestro espíritu limpio, la decrepitud ignominiosa, la decadencia inmoral de este régimen político, de este régimen económico, de este régimen social, en el que están resumidas, contenidas, todas las angustias, todas las traiciones, todas las entregas, todas las esclavitudes de que padece la patria argentina... ✠✠✠✠✠     ...No, otra vez y mil veces no. Ni sostén, ni báculo, ni apoyo, ni colaboraci

«Educación y destino» - Tomás D. Casares (1895-1976)

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   Educar es no sólo preparar para la vida, sino también para la muerte, y para lo que haya tras la muerte; es colocar a un alma en la dirección de su destino. Esto de manejar destinos ajenos puede parecer una intromisión ilícita en lo que hay de más íntimo e inviolable en la vida humana, ya que el destino elegido se refleja sobre todos los actos de la vida, es como el molde en el que vaciamos nuestro ser, para que cuanto de él provenga –convicciones de la inteligencia, resoluciones voluntarias, alegrías y padecimientos– tome la forma ideal, arquetípica, que nos proponemos alcanzar. Alcanzarla es, precisamente, cumplir nuestro destino. Puede parecer intromisión, decía, porque el destino suele ser considerado como objeto de libre elección individual. Juzgándolo así, el laicismo propugna un sistema educacional que pase a la vera del problema del destino, que se limite a vitalizar todas las posibilidades espirituales de los niños sin acentuar ninguna, para que, llegada la edad del disc

Defecto de cultura filosófica y desorden intelectual
ROBERTO DE LAFERRÈRE (1900-1985)

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  Nuestros filósofos políticos, cuyo pensamiento presidió la formación de nuestra nacionalidad, confundieron en todo tiempo progreso con sustitución. Ese error, de origen intelectual, que está en la raíz del liberalismo filosófico, incapaz siempre de distinguir la substancia de sus cualidades, ha sido funesto para el desarrollo de la personalidad nacional, condenándola, precisamente, a no desarrollarse y a dispersarse en la nada.    La noción de progreso es inseparable de la de perfeccionamiento. Sólo progresa lo que se perfecciona en el sentido de lo que ya es . No se concibe un progreso que se opere en el vacío, en la nada o en lo inestable por naturaleza propia; no se concibe el progreso sin una substancia perdurable que sea su materia de operación. Su transmutación es, precisamente, lo contrario; es la conversión de una cosa en otra distinta.     Rivadavia, Alberdi y Sarmiento, los tres ases de la mentalidad política argentina, maestros de cien discípulos que fueron caudil