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Mostrando las entradas de mayo, 2021

«Revolución de Mayo» - Santiago de Estrada (1908-1985)

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El Papa encargó a los Reyes Católicos la conquista de América porque así convenía a la salud espiritual de sus habitantes y de toda la Cristiandad. Carlos V y los Habsburgo desempeñaron correctamente su misión. Los Borbones, inspirados en la monarquía francesa del siglo XVII, olvidaron su carácter de simples delegados para arrogarse facultades que no tenían; el mal ejemplo cundió entre los súbditos, y cada peninsular pretendió erigirse en amo de América como claramente los expresó el Obispo en 1810. La vista de las riquezas del suelo americano hizo olvidar también a España que su noble misión era extender el Reino de Cristo en la tierra; Alejandro VI no se propuso, por cierto, satisfacer la insaciable sed de oro de los comerciantes peninsulares. Sin embargo, América vino a convertirse en un vasto mercado colonial del cual los españoles eran los únicos amos, compradores y capitalistas; toda la economía fue paulatinamente orientándose en su provecho. El bien común, cuya prosecución es

«El culto del fundador - La Leyenda de Eneas» - Numa Dionisio Fustel de Coulanges (1830-1889)

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    El fundador era el hombre que consumaba el acto religioso, sin cuya celebración era imposible que existiese la ciudad. Él era quien colocaba el hogar en que debía arder eternamente el fuego sagrado; él era quien, mediante sus oraciones y sus ritos, invocaba a los dioses y los asociaba por siempre a la nueva ciudad.      Fácilmente se concibe el gran respeto que debía tributarse a este hombre sagrado. Vivo, los hombres veían en él al autor del culto y al padre de la ciudad; muerto, se convertía en un antepasado común para las generaciones sucesivas: era para la ciudad lo que el primer antepasado para la familia, un Lar familiar. Su memoria se perpetuaba como el fuego del hogar que él había encendido. Se le rendía culto, era considerado como un dios, y la ciudad le adoraba como su Providencia. Sacrificios y fiestas se renovaban cada año sobre su tumba [1] .       Es sabido que Rómulo fue adorado, que tenía un templo y sus sacerdotes. Los senadores pudieron degollarlo, pero no privarl

«Sexo y Propiedad» - Gilbert K. Chesterton (1874-1936)

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En el aburrido, polvoriento, anticuado, rígido y torpe lenguaje al que la mayoría de las discusiones modernas se limita, es necesario decir que existe en este momento la misma falacia de moda acerca del sexo y de la propiedad. Hablando en el lenguaje más antiguo y más libre, en el que los hombres podían a la vez hablar y cantar, es más acertado decir que el mismo espíritu del mal ha maldecido las dos grandes fuerzas que hacían la poesía de la vida, el amor a la mujer y el amor a la tierra. Es importante observar, para empezar, que esas dos cosas estaban estrechamente relacionadas mientras la humanidad fue humana, aunque fuera pagana. Más aún, todavía estaban estrechamente relacionadas incluso cuando el paganismo era decadente. Pero el hedor del paganismo decadente no era tan malo como el hedor de la cristiandad decadente. La corrupción de los mejores... Por ejemplo, a lo largo de toda la antigüedad, tanto en su etapa primitiva como en la última, existieron formas de idolatría e imáge

«Sobre Esquiú, Más y lo Mismo» - P. Leonardo Castellani (1899/1981)

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Nuestro colaborador el Cura Niño, responde hoy a Fray Antonio de Santa Clara, edición de ayer. Sr. D. J. M. F. U. – Estimado Director: La publicación del artículo (o lo que sea) titulado «¡Irresponsable!» y firmado con el nombre (que ojalá sea un seudónimo) de Fray Antonio de Santa Clara, Franciscano, Córdoba, es de lamentar; pero si en realidad se trata de una petición con carácter de exigencia, ¿qué le vamos a hacer? Penitencia. Pero nadie me hará creer a mí que sea un franciscano de verdad. Me servirá para repetir lo dicho en mi ensayo del 8-X-46 en forma más clara, ya que por lo visto hay una persona por lo menos, a quien no me he dado bien a entender. Ando escaso de temas: me servirá esto de tema para otro artículo, cuyo estilo no será como «un armónico coro de exultantes voces», ni tan esplendoroso como «el sol que arroja su refulgente lumbre desde el Oriente», después de haber bañado un Continente, exclamando a su paso: ¡Libertad!; pero al menos será claro, exacto y tranqu