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Mostrando las entradas de febrero, 2020

«Ceniza» - Juan Carlos Goyeneche (1913-1982)

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    No está de más traer aquí, a un periódico político, la memoria de la ceniza.     La ceniza es el último fin de la materia. Con ella la Cuaresma nos recuerda –a ese hombre olvidadizo e inestable que es cada uno de nosotros– que todo terminará aquí abajo por un puñado de polvo.     Pero la ceniza es también penitencia, el espíritu de compunción por la culpa, es decir, uno de los medios de purificar el alma. La ceniza es el ayuno, la abstinencia, la limosna. La aceptación voluntaria de los padecimientos y el cumplimiento fiel de nuestras obligaciones.     El cumplimiento fiel de nuestras obligaciones, hemos dicho. ¿Cuáles son las nuestras? A nosotros, en nuestra actuación pública nos obliga Dios y nos obliga la Patria.    En tal sentido, la ceniza aceptada, con su simbolismo de redención y de culpa, nos trae un ansia nueva de ser cristianos, de ser argentinos, de ser hombres.     Cristianos sin compromiso; argentinos sin transigencia; hombres sin mutilación.     Antes de

«Notas marginales» (fragmento) - Rubén Calderón Bouchet (1918-2012)

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Nuevo mundo feliz     La primera versión de «La Cenicienta» que llegó a mis oídos traía una versión cruel pero aleccionadora sobre el medio empleado por las hijas de la madrastra para hacer entrar sus grandes pies en el zapatito de «La Cenicienta». Tomaron un cuchillo y cortaron todo cuanto podía rebasar la medida del calzado. El zapato entró, pero como no podían caminar, el Príncipe no se convenció que una de ellas fuera la estupenda bailarina de la noche anterior.     La lección vino con los años y se traduce en esta modesta reflexión que ofrezco a quien quiera escucharla, porque su aplicación es de valor universal y puede extenderse a todas las esferas de la acción humana: el zapato debe ser hecho a la medida del pie y no el pie a la del zapato.     Ofrecer modelos de sociedades perfectas fue una inocente manía que, desde Campanella a Tomás Moro, entretuvo a muchos hombres de pensamiento, dándoles solaz y ocasión para afilar una pluma que no gustaba estar tranquila en s

«A propósito de Martín Fierro» (fragmento) - Roberto de Laferrère (1900-1963)

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Junto con la presente publicación,  «Decíamos ayer...» ofrece a sus lectores  el texto completo de este magnífico trabajo sobre nuestro «Martín Fierro» y su autor, el cual puede descargarse al pie de la página. N adie discute hoy los valores de «Martín Fierro», pero esta consagración definitiva no le fue concedida de buen grado por los contemporáneos de su autor, quien, durante largos años, sólo mereció el desdén de los críticos y de los profesores de literatura. En el prólogo a una antología de poetas nacionales, hecha por Coronado, Juan Antonio Argerich calificó a Hernández, junto con Ascasubi, de «insoportablemente prosaicos». Pero sería un error atribuir esta malquerencia sólo a remilgos literarios, y parece más lógico buscar su causa en el contenido mismo del poema, en su sentido político, en la crítica sagaz de la realidad social de su tiempo que apenas disimula bajo formas poéticas. Eso es, ante todo, Martín Fierro: un alegato apasionado, un desafío a la polémica, la inic

«El perdón» - Clive Staples Lewis (1898-1963)

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    En la iglesia (y en otras partes), afirmamos muchas cosas sin pensar lo que estamos diciendo. Por ejemplo, al rezar el Credo, decimos «Creo en el perdón de los pecados». Durante muchos años, repetía esas palabras sin preguntarme por qué motivo se encuentran en esa oración. A primera vista, no es necesario incluirlas. «Es evidente que un cristiano cree en el perdón de los pecado –pensaba yo–; se sobreentiende». Sin embargo, al parecer, los autores del Credo consideraron importante recordar este aspecto de nuestra fe cada vez que asistimos a la iglesia, y, por mi parte, he comenzado a reconocer que tenían razón. Creer en el perdón de los pecados no es tan fácil como yo pensaba. Esta creencia se debilitará con facilidad si no la reforzamos de manera permanente.     Creemos que Dios perdona nuestros pecados, pero también que no lo hará si nosotros no perdonamos a los demás cuando nos ofenden. La segunda parte de esta afirmación es indudable, porque se menciona en la Oració