«España como estilo» (fragmento) - Manuel García Morente (1886-1942)
Ante un nuevo aniversario del glorioso Alzamiento Nacional español del 18 de julio de 1936, con el cual se inició la Cruzada -lamentablemente hoy tan despreciada u olvidada- que devolvió Dios a España y España a Dios, vaya este pequeño fragmento del libro cuya edición completa podrá descargarse al pie de la página. Note el lector que la descripción de la España anterior a la Cruzada aparece -mutatis mutandi- similar a la actual realidad de nuestra querida Madre Patria. Quiera Dios que España vuelva a encontrar -como en aquel momento-, y con la reacción debida, su verdadero destino histórico en lo universal.
[...] Por último, la cuarta ocasión en que España ocupa el centro y constituye el eje de la historia universal es la coyuntura actual, la que estamos viviendo en nuestros días. España se ha encontrado de pronto con que el destino histórico le señalaba una misión de transcendental importancia: la de dilucidar, la de demostrar experimentalmente la imposibilidad de que una teoría, por apoyada que esté en fuerzas materiales, prevalezca sobre la realidad histórica de la nacionalidad. Las necesidades políticas de un Estado extranjero y las obligaciones ideológicas de una teoría social exótica determinaron que desde 1931 España fuese invadida, sin previa declaración de guerra, por un ejército invisible, pero bien organizado, bien mandado y abundantemente provisto de las más crueles armas. La Internacional comunista de Moscú resolvió ocupar España, apoderarse de España, destruir la nacionalidad española, borrar del mundo la hispanidad y convertir el viejísimo solar de tanta gloria y tan fecunda vida en una provincia de la Unión Soviética. De esta manera el comunismo internacional pensaba conseguir dos fines esenciales: instaurar su doctrina en un viejo pueblo culto de Occidente y atenazar la Europa central entre Rusia por un lado y España soviética por el otro, creando, al mismo tiempo, a las puertas mismas de Francia una base eficaz para la próxima acometida a la nacionalidad francesa.
Este plan, cuya base principal era la sovietización –la
deshispanización– de España, es el que ha convertido a la nación española hoy
en el centro o eje de la historia universal. Porque las circunstancias en que
se ha procurado la ejecución de ese plan son tales, que su éxito o su fracaso
habría de decidir un punto capital para la historia futura del mundo: el de si
es posible o no que la teoría política y social del comunismo prevalezca sobre
la realidad vital de las nacionalidades y deshaga –más o menos lentamente– la
división de la humanidad en naciones. Y así, de pronto, el problema de España
ha quedado elevado a la categoría de un verdadero experimento crucial de la
historia. Este experimento histórico ha sido, empero, concluyente. Iniciado en
1931, he aquí que durante los siete años fatídicos las ruinas se han ido
amontonando sobre España, los cadáveres se han ido hacinando en piras
gigantescas. Pero los vesánicos esfuerzos de los «sin patria» se han
estrellado, al fin, ante la secular voluntad de una nación que no quiere morir
asesinada. Al cabo de siete años de esfuerzos formidables, el fracaso del
comunismo internacional es patente. Sobre las
ruinas humeantes que los ejércitos comunistas dejan atrás en su fuga, ondea
victoriosa la bandera nacional; y la nacionalidad hispana se siente hoy más
fuerte, más vigorosa, más decisiva que nunca. España acaba, pues, de
demostrar al mundo que ninguna teoría, por armada que esté de recursos, puede
destruir la nacionalidad, base indispensable de toda vida colectiva humana.
España ha asumido estoicamente el papel de víctima ejemplar en el laboratorio
de la historia y ha dado en su propia carne y con su propia sangre una
inolvidable lección al mundo, una lección que ojalá, en efecto, no sea olvidada
jamás.
* En «Idea de la Hispanidad», libro que reúne una serie de conferencias pronunciadas los días 1 y 2 de junio de 1938 en la Asociación de Amigos del Arte, de Buenos Aires. Texto tomado de la edición de Espasa Calpe, 1947, Madrid, Tercera edición.
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